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2 mar 2017

Los políticos y las leyes

El político tiene un objetivo: resolver los problemas que surgen, no crearlos.
El político tiene que saber partir del análisis de la realidad: su tarea es reconocer que la realidad existe y que hay que saber convertirla en una realidad mejor que la de partida.
El políticastro se remite al juez que está maniatado por la ley que el creó obligado a declarar en su sentencia si se cumplió la ley o no sea sensata o torpe; siempre un riesgo porque a veces yerran.
El político es una persona a la que se le ha dado mucho más poder que a un juez.
El juez está obligado a cumplir con la ley con un estrecho margen para su interpretación.
El político que se disculpa escudado tras la ley, promulgada o por promulgar, es un ruin; la enarbola como arma arrojadiza de agresión a la libertad del ciudadano. El político es poderoso; puede crear la ley que deben cumplir los ciudadanos y que el juez les sancione si no la cumplen.
El político debe cambiar la ley y que se cumpla, no mantenerla para sancionar al ciudadano
El político no debe crear la ley para someter al ciudadano a cumplirla bajo la amenaza de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE) y, en última instancia, del poder judicial.
El político debe promulgar la ley que el ciudadano quiere cumplir. Así lo hará con gusto y así serían innecesarias, en una situación ideal, las actuaciones de las FCSE y hasta del poder judicial.
Lo que el ciudadano quiere hacer con gusto no necesita coacción para darle cumplimiento.
La ley es el instrumento en manos del político inteligente si está al servicio del ciudadano.
La ley no es una trinchera entre los miembros de las mil y una comunidades donde está el ciudadano: la conyugal, la familiar, la de los amigos, la de los miembros de la peña que sea,  la vecinal, la del barrio, la del distrito, la del municipio, la comarcal, la provincial, la autonómica, la nacional, la estatal la internacional, para parapetarse tras de ellas y agredir al que está fuera de ellas.
La ley, si es buena, ayuda a tener la fiesta en paz; ser feliz cada una de las comunidades de las que forma parte; sin enfrentamientos que enturbien su relación, ¡ni aún las deportivas.
La ley no puede dar motivos para justificar la agresión al vecino, sino ordenar la realidad para compartir con él una vida en común disfrutándola en paz.
La ley tiene su esencia mutable porque mutables son las relaciones entre las personas.
La ley se crea por personas que aman la libertad  para ensanchar el disfrute de su ejercicio.
La ley se imponer por personas que odian la libertad  para limitar el disfrute de su ejercicio.
La ley que limita la libertad nace del dictador que atropella nuestro bien más preciado; el que nos hace seres humanos racionales y por ello razonables.
La ley inmutable  rige la naturaleza el hombre inteligente la respeta y la pone a su servicio: respeta ka ley de la gravedad y bombea por la noche el agua río arriba en las presas reversibles. Así optimizar la energía recuperada por la noche a coste bajo para usarla de día cuando hay demanda.
Los políticos inteligentes pueden crear la “ley de la gravedad” más beneficiosa; aprovechar la energía de la conciliación, la energía fruto del pacto, de la búsqueda del acuerdo siempre posible.
El político torpe malgasta la energía en su pendencia estéril condenada al fracaso. Le da igual
Esos políticos son malos profesionales; no saben hacer su trabajo con corrección y eficacia.
Esos políticos con su actitud dan la razón a los ciudadanos que dijeron: “no nos representan”.
          Eso les dijimos los ciudadanos en las últimas elecciones autonómicas y estatales: ¡no queremos confrontaciones estériles!, ¡queremos soluciones conciliadoras!
Esos políticos no nos representan. No han entendido el mensaje, ni de las manifestaciones, ni el de los resultados que sus partidos obtuvieron en las elecciones. ¿O no lo han querido entender?
El mensaje ciudadano fue esperanzado y claro; la respuesta recibida fue falaz; encadenarse tras interesadas manipulaciones de un mensaje claro para hacer lo que cada uno quiere y no lo que les pedimos: ¡no queremos confrontaciones estériles; queremos soluciones conciliadoras! 
Los políticos que se niegan al diálogo revelan su incapacidad política: tragan “sus” respectivas llaves de “sus” candados con los que se atan con “sus” cadenas y gritan: “vivan las caenas”.
El ciudadano atónito piensa: "¡que buen vasallo si oviese buen señor!"

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