La
constitución franquista póstuma entre los derechos fundamentales que reconoce
está el del art. 20: “1. Se reconoce el derecho de
reunión pacífica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará
autorización previa. 2. En los casos de reuniones en lugares de tránsito
público y manifestaciones se dará comunicación previa a la autoridad, que sólo
podrá prohibirlas cuando existan razones fundadas de alteración del orden
público, con
peligro para personas o bienes. Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos
reconocidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y,
especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a
la protección de la juventud y de la infancia.”
También declara en su art.
10.2:” Las normas relativas a los derechos
fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán
de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos
internacionales sobre las mismas materias ratificados por España”, lo que
limita notablemente la capacidad de hacer trampa.
¿Se lo cree
Vd.? Supongo
que si se lo creyó hasta que vio como el Ministro de la Gobernación (ése es el
nombre franquista que le va al pelo?) justificaba los atropellos cometidos
contra los extranjeros que habían entrado en España, a los que apaleaban con
saña y fruición - ¿de verdad les gusta tanto ese “trabajo” - a los alumnos que
en Valencia cuya actitud delictiva consistía en reclamar “más aulas y de mejor
calidad” o a los súbditos de Madrid que aspirábamos a ser ciudadanos nos apaleaban
hasta ensangrentar la cara a uno de estos aspirantes o cuando pretendieron
entrar en un lugar público y, ¡tú Dios te bendiga!, su propietario les negó el
paso y ellos no se atrevieron a entrar como si aquello fuera un lugar de asilo
donde antes el poder civil no tenía acceso.
Pese a ello le propongo que
se tranquilice en vez de asustarse porque la ley mordaza le pretenda atropellarle
como súbdito que es a base de apalearle y luego desposeerle de todo su
patrimonio mediante unas acusaciones variopintas, por no decir falsas, como la
de desobedecer las órdenes de los agentes de la autoridad. Pese a todo la LEY
le protege de los abusos de la ley.
Las personas decentes ignoramos
las leyes. Nuestra ética es más estricta que cualquier ley y ésa es nuestra
garantía de que portándose decentemente nunca incumpliremos ninguna ley JUSTA.
El inconveniente que tenemos los justos son los gobiernos corruptos al servicio
de los injustos de los que serán
víctimas. Pero al final, con cierto trabajo, los “jueces justos” nos darán la
razón. Pero para eso tenemos que aprender a entender qué es lo que dicen las
leyes de acuerdo con el criterio de los jueces que son los que le van a aplicar
su criterio de interpretación.
Como ejemplo para que nos
vayamos dando cuenta tenemos el auto relativo al caso de la sexagenaria Srª Aguirre.
Donde todos diríamos que hubo una desobediencia, una agresión y una fuga de los
agentes de la autoridad el juez establece que sólo “se produjo una
inobservancia de mandatos impartidos por los agentes de movilidad y los
municipales”. Por eso, estimado
ciudadano, y todavía súbdito, es por lo que es necesario, como decía más
arriba, aprender a leer la ley como los jueces; no como los meros ciudadanos
que aún no somos
Debemos tranquilizarnos pensando en que, al
menos en teoría, ya no está en vigor aquella máxima del Conde de Romanones, paradigma
de la derecha española tramposa, perdón por la redundancia, que dejó para la
historia su ética: “dejemos que ellos hagan las leyes y que nos dejen a
nosotros hacer los reglamentos”.
Aunque ahora gobierne la derecha y haya promulgado
esa ley mordaza, quizá para rejuvenecernos llevándonos a los tiempos más
miserables del franquismo, Vd. debe saber que por encima del poder ejecutivo
están los tribunales cuyos jueces, mayoritariamente, son profesionales decentes
y racionales y aun por encima del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional
está el Tribunal Europeo de Derechos Humanos que ya en varias ocasiones le ha
quitado la razón a todo el sistema judicial español y no será la última vez que
lo haga.
Como dijo el molinero del que quiso abusar el Rey
de Prusia “Señor, todavía hay magistrados en Berlín”. En su caso, en nuestro
caso, todavía hay magistrados en Estrasburgo.
Por lo tanto, estimado súbdito - será ciudadano
cuando pueda elegir al Jefe del Estado -
tranquilícese y siga esta serie de trabajos destinados a devolverle la
tranquilidad a su ánimo.
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