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21 ago 2014

Educación para la libertad: IV. Una queja es un regalo

Leí un libro de igual título escrito por un médico inteligente que reprochaba a sus colegas el rechazo que la inmensa mayoría presta a las quejas delos ciudadanos ¡a cuyo servicio están y de los cuales reciben sus salario! Fue una delicia leer un libro. Rebosaba sentido común por todas partes. Te veías reflejado en él no sólo en cuanto a las quejas presentadas sino también en cuanto al maltrato recibido por las instituciones sanitarias. Éstas por mucho que se llamen “de atención al paciente” están para “la protección del sanitario”. A menos que un sindicato de ciudadanos cree una “asociación para la defensa del ciudadano enfermo” que eso somos los “pacientes” y tenga un asiento en el ámbito donde se resuelvan esas quejas, eso no será real.
Mientras tanto tengamos “defensores del pueblo” ¡nombrados por el partido que está el poder!, ¿a quién van a defender?; a quien te ha dado el puesto de trabajo, ¡claro está!; no en vano dice el refrán “de bien nacidos es ser agradecidos”, un refrán que en ámbitos mafiosos y fascistas – son los mismos -funciona ¡de muerte!: “es de los nuestros”.
Sin embargo tenemos una sociedad educada en lo contrario: “en dar muerte al pregonero” que es menos todavía que el que se queja: es el que trae una mala noticia sobre cuya existencia no tuvo ni la más mínima intervención.
Con tal panda de irracionales mandando ¿podemos esperar que haya la mínima receptividad respecto de una queja? La pregunta es retórica porque la respuesta la sabemos de antemano: NO, Eso demuestra que más que fascistas y mafiosos no son inteligentes o, mejor dicho, que conscientes de sus limitaciones tuvieron que convertir en fascistas y mafiosos para alcanzar un poder que en buena lid nunca hubieran conseguido.
Eso se decía de Stalin: “muy servicial pero poco inteligente”; se ofreció a ser el Secretario de todos; se quedó con el cotarro. Eso se decía de Franco, que estuvo dudando hasta el último momento si sumarse al golpe de Estado o defender a la República y luego acabó quedándose con el cotarro gracias a una trampa hecha en el BOE que falseó el alcance del mandato dado por sus conmilitones. Y es que en todas partes hay más gente “lista” que “inteligente”.
Se contaba de un obispo que tenía un “familiar”, nombre que se da a su secretario particular, que era un cascarrabias y todo el día se pasaba quejándose de que todo funcionaba mal. La gente se sorprendía de que el obispo lo mantuviera en su cargo y alababa su paciencia considerándolo una especie de auto-mortificación para ganar el cielo.  Él decía que “era su garantía de que no hacía muchas cosas mal”. “Como no me perdona ni una, me da oportunidad de enterarme de muchas muy pequeñas; más de las que por servicialidad me hubieran ocultado otros secretarios más leales, porque de las grandes ya me avisan todos.”
¿Es tan difícil darse cuenta de esta realidad?
Recuerdo otra frase que, viendo esta misma realidad desde un punto de vista parecido al del obispo decía: “quiero a mis amigos porque siempre estarán dispuestos a ofrecerme su hombre para llorar mis desgracias, aunque muchas hayan sido por mi total y absoluta necedad. Pero quiero mucho más a mis enemigos; me avisan continuamente de mis errores, incluso cuando ni siquiera son errores, y me dan tiempo a corregirlos y si no son errores a hacerlo mejor.”
Pero para todo eso es imprescindible tener autoestima. La que tenían las cortes de Castilla cuando al solicitar de Carlos I que viniera a jurar el respeto a sus fueros envió a un secretario para que lo hiciera en su nombre que fue rechazado con el encargo de que si no iba en persona no se le reconocería. Y tras jurar se le dijo: “Se recuerda a su magestad que es un servidor pagado por los ciudadanos”. Aquello sí era democracia, no el sucedáneo que nos  han endilgado y que es una dictadura monárquica heredera del genocidio militar nacionalfascista.
Era una época en la que al rey de la Corona de Aragón se le recordaba “antes que reyes, hubo leyes”. Esperemos que pronto vuelvan leyes que nos libren de los reyes, digo yo ahora.
En esta dictadura nacional-fascista coronada nadie se atreve a decir al heredero de Franco: “nos somos como vos, pero todos nos somos más que vos”. ¿Cómo se van a atrever si todos los partidos del arco parlamentario practican el fascismo de “la obediencia debida al aparato” bajo amenaza de expulsión? Y pocos partidos fuera de ese arco se libran de tal reproche.

O empezamos por cambiar nosotros que “somos el asiento de la soberanía”, o nada cambiará.

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