Nacemos libres aunque en un
estado de indigencia para sobrevivir superior al de la inmensa mayoría de los
demás seres vivos. “Ser libre” es un sentimiento que domina nuestra vida. No
importa si vivimos en una democracia o bajo una dictadura de cualquier tipo,
monárquica hereditaria, teocrática, militar hereditaria o no, ideológica, etc. Tampoco
que el seno familiar sea peor que la peor dictadura.
En el fondo del alma sentimos
el atropello por sabernos libres, sentimos la necesidad de que se reconozca
nuestro derecho a ejercer la libertad. Es la verdad que reconocía Sto. Tomás:
“in interiori homini hábitat veritas”. Sólo quien no siente el atropello de su
libertad es un esclavo.
El atropello a la libertad nos
rodea por todas partes. Las dictaduras fascistas presumían de serlo descaradamente
en su edad de oro. Hoy lo disimulan bajo formas “democráticas”. Las personas estamos
al servicio de la patria, a la nación, a su región, a su municipio, a su
pueblo.
Desde esas unidades colectivas
el “aparato” formal o informal exige ser “dócil, “obediente”, “disciplinado”,
…, es decir, “esclavo”. La libertad
individual exige la paradoja de someterse a lo que ordena “el aparato” del
grupo. Pero ninguna logra erradicar ese sentimiento esencial e innato de ser
libres.
Este malsano sentimiento se
fomenta incluso dentro de algunas familias, organizando historias de Capuletos
y Montescos. De modo más informal acaba en pendencias en las romerías,
homicidio incluido, porque un chico del pueblo de al lado saca a bailar a
“nuestras mozas” - no cabe sentimiento más fascista que considerar que “nuestras
mozas no son libres” sino que “nos pertenecen a los mozos del pueblo”. Otras
manifestaciones de fascismo son las peleas entre jóvenes de barrios de una
ciudad o de sus “maras”: los demás tienen “menos derecho” que nosotros que
somos “diferentes” y por eso deben rendir pleitesía a nuestra superioridad.
Hay sombra de fascismo en el
fútbol que a veces acaba en homicidio o en pleito. Un socio fascista del Real
Madrid denunció a otro por aplaudir un gol contra su equipo que fue una jugada
digna de aplauso. La “directiva” instruyó un expediente por falta grave para
expulsarlo y contagiado del fascismo del socio le dio razón. La víctima recurrió
a los tribunales. Un juez sensato reconoció el hecho objetivo: es deportivo
aplaudir una buena jugada ¡la haga quien la haga! Pagar una cuota, elegir a una
directiva, desear el triunfo del propio equipo no implica la pérdida de la
libertad individual de aprecio a la calidad, ni permite que el aparato la
atropelle. Si en una sociedad se niegan los hechos objetivos hay que empezara a
preocuparse. El Real Madrid dentro del esquema fascista general tuvo una
“disculpa”. Hoy no existe ninguna.
El fascismo descarado ocurre
en el terreno político. Más evidente en los partidos nacionalistas de ámbito
regional pero ocurre también en los de ámbito estatal delos que son imagen
especular. La anulación de la libertad se hace “al servicio” de una región o
nación en los regionales y de la nación
o estado en los estatales desde sus
“respectivos aparatos” que se benefician todos: Gürtel, Pokemon, evasión de
impuestos casos Palau, ITV, Palma Arena, etc.
Cuando más pequeña es su
realidad más evidente aparece esa pérdida de libertad que se exige a sus
miembros en aras de una “solidaridad fascista”. Cuanto más grande sea el ámbito
de esa pérdida de libertad, menos pérdida de libertad existe. El ojo del
cacique de aldea nos controla hasta en la vida íntima, el ojo del emperador nos
hace si no más libres al menos, menos esclavos porque ni sabe que existimos.
Ambos son unos fascistas intrínsecos que
no respetan nuestra libertad personal. Nos engañan exigiéndonos que nuestra
libertad personal esté al servicio de la libertad colectiva del grupo “de cuyo
aparato” ellos manejan los hilos.
Por eso, todo partido político
democrático debe ser un paradigma de la defensa de la libertad. Una libertad a
ultranza y radical perfectamente compatible con una radical exigencia de
control de los afiliados - ¡nosotros somos los soberanos! – respecto al aparato
del partido.
Pero hay demasiados partidos
donde “la obediencia debida” de corte totalitario esteriliza su progreso y su
posible unión entre ellos. Unos por su corte stalinista. Otros por su corte
nacionalista y fascista.
El ejemplo de “podemos” es
prometedor. Veremos si sabe articular una verdadera democracia interna de
soberanía en los círculos de afiliados o cae en el “montaje al servicio del
aparato”.
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