¿Cuántas veces hemos oído este
argumento por parte de quienes, porque carecían de razón, recurrían al “poder
del aparato” para imponer su voluntad arbitraria? ¡Miles! En el ámbito
familiar, en el docente, en la “mili”, en lo laboral, en la administración, ….
por todas partes.
Lo soportamos ¡qué remedio!,
pero nunca nos convenció; me refiero a la inmensa mayoría, porque el argumento
no era tal sino una confesión de la falta de argumento. A los pocos
irracionales que se hacían con el “poder del aparato” este irracional argumento
no se les caía de la boca; tampoco la posterior amenaza, irracional como el argumento:
si no te gusta, ¡vete de casa!; si no obedeces ciegamente ¡serás expulsado!; si
no cumples las órdenes, ¡irás a la cárcel!; ¿es que no sabe Vd. con quien está
hablando? ¡Todo menos razonar!
Sorprende que la esencia dela
libertad, de todos, haya sido tan fácilmente sojuzgada por la violencia, de
unos pocos. Aunque quizá no eran tan pocos porque son muchos los agentes del
poder dispuestos a machacar inmisericordemente la libertad ajena ¡sólo porque
les pagan por hacerlo! De todos modos siguen siendo la minoría: ¿por qué los
elegimos?
Muchos padres daban a sus
hijos más explicaciones que órdenes. ¿Fue esa una buena educación? Sin duda.
Ellos aprendieron a dar y pedir explicaciones para convencer o ser convencidos
rechazando las órdenes irracionales destinadas a atropellar la libertad ajena.
Al principio las leyes eran
costumbres no escritas. Fue necesario escribirlas cuando la complejidad de la
sociedad creo “el aparato” no tanto para gobernar a los ciudadanos entre sí sino
para impedir que la autoridad, ¡los meros gestores a los que les cedimos la
capacidad de gestionar la convivencia!, les pasara como a los administradores
de los propietarios absentistas: ¡se creyeron los propietarios! De “servidores”
de los ciudadanos pasaron a “mandones” de los ciudadanos empezando ellos por
violar las leyes que todos debían cumplir.
¿Cómo fue eso posible? Sin duda por lo mismo
que señalábamos en el caso de los administradores de los propietarios
absentistas: porque fuimos unos propietarios absentistas de la soberanía de
nuestra libertad de donde emanan todos los poderes del Estado.
Si se dice que “la ocasión
hace al ladrón”, podríamos decir que “todo poder muy concentrado lleva en su
concentración un riesgo de abuso” que no otra cosa es la afirmación de que “el
poder absoluto corrompe absolutamente”. Por ello todo poder que pretenda ser
democrático tiene que tener en su estructura unos elementos de contrapeso que
impidan ese desequilibrio. El primer contrapeso son las Leyes, Reglamentos o
Estatutos que sujetan por igual al poderoso que al desvalido. El segundo
contrapeso es que quien verifica si se respeta la Ley o los Estatutos no sea el
mismo que gobierna. Nace así la separación de poderes entre el poder judicial y
el ejecutivo – el eterno sospechoso porque es el que concentra el poder. Y el
tercer contrapeso lo constituye que quien promulga las leyes no sea el poder
ejecutivo – el eterno sospechoso porque es el que concentra el poder.
Todos pertenecemos a diversas
sociedades de distinta naturaleza: ¿hemos leído sus estatutos? La inmensa
mayoría no. Ese acto de fe en beneficio de sus administradores es un acto de
absentismo. Los administradores empiezan a trabajar para su propio beneficio.
El ejemplo de los políticos es
escandaloso, pero el de muchas juntas de vecinos no les va a la zaga, dentro de
las limitaciones que reducen la magnitud del abuso.
¿Qué solución tiene esta
situación? Ser conscientes de que si algo que obra en tu beneficio no te merece
la pena de preocuparte por controlarlo alguien, al darse cuenta, procurará
obtener ese beneficio para beneficio suyo. Se dijo: “si tu no votas otro votará
por ti”. Es lo mismo
Como es de mal gusto
desconfiar de las personas a las que acabas de darles tu confianza y a las que periódicamente
tendrás que dársela o retirársela es más objetivo verificar si cumple las leyes
o las violan, si las respeta o las burla.
Tú no has entregado su soberanía, sólo su gestión, algo que Rajoy y tantos
fascistas más como proliferan por este país no acaban de entender.
Esos fascistas son gente que
no considera que tus quejas y reclamaciones sólo son una ayuda gratuita para
que mejoren la calidad de su trabajo, ¡de
lo que tú eres el primer interesado!, claro está. Eso aun en el caso de que no
tuvieras razón. Entonces el reproche sería también justo porque estarías diciendo
que las explicaciones son insuficientes y deben dar más.
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