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9 feb 2018

Prohibición de los partidos políticos




Interesante el artículo “Prohibición de partidos políticos” de F. Sosa Wagner catedrático de Derecho Administrativo (EL MUNDO, 08.02.2018)
El autor analiza la ilegalización de partidos que eran una amenaza para la nación para “abrir una reflexión sobre si España debe actuar contra quien se burla de sus leyes”. Sobre eso nos sobra experiencia: durante 40 años se prohibieron los partidos políticos que incumplían las leyes fascistas. Por eso todavía muchos reivindicamos aquel grito del 68: “prohibido prohibir”
Dice el autor que en Alemania se prohibieron los “partidos políticos cuyo ideario se muestre radicalmente contrario a los valores y principios de la Constitución en vigor” y recuerda el autor que “así ocurrió con la herencia de los nazis”.
En España pasa al revés. El primer dictador monárquico fascista juró a su creador, el último dictador militar fascista, que cumpliría y haría cumplir las leyes con las que se nos privó de toda libertad. Nunca juró respetar la CE78. Al no haber solución de continuidad, procedía de las leyes fascistas que ya había jurado, no cabía repetir el juramento. Más aún, hay fundaciones y monumentos fúnebres y ciclópeos dedicados a la gloria del dictador militar fascista financiados con los PGE. En Austria han hecho desaparecer hasta la tumba de los padres de Hitler.
En 1949, dice el autor, “como si no hubiera pasado nada … un partido político que era continuador del nacional-socialista que pedía respetar al “soldado alemán” y abordar de nuevo la “cuestión judía”. El Gobierno de Adenauer pidió al Tribunal Constitucional que lo ilegalizara. Lo hizo porque esa organización “es contraria al orden democrático, desprecia los derechos fundamentales, está edificada sobre el principio del caudillaje (Führerprinzip) y sus dirigentes se hallan estrechamente ligados a los del partido de Adolf Hitler”.
En España se sigue honrando al dictador en Cuelgamuros y el heredero del genocida, golpista y fascista sigue siendo Jefe del Estado. Por eso sería incongruente ilegalizar a un partido político fascista y eliminar de las calles los nombres de los genocidas mientras se siga haciendo.
Dice el autor que “el Tribunal aprovechó para declarar al tiempo nulos los mandatos parlamentarios obtenidos “sin posibilidad de sustitución” (la sentencia es de octubre de 1952). Y añadió algo interesante: “los electores de los representantes eliminados no pueden quejarse por esa pérdida porque la pretensión de ser representado por un diputado de un partido inconstitucional es ya, en sí misma, inconstitucional”. En 1956 ilegalizaron el partido comunista
La ideología fascista siguió en Alianza Popular, partido creado por siete ministros fascistas. Tras su fracaso, Fraga, uno de ellos, hizo un remake creando el PP actual.
Añade el autor, “la refundación en 1964 de un partido nazi fue tolerada y tan solo los movimientos de sus dirigentes y afiliados, vigilados”; en 2003 falló no ilegalizarlo.
Dice el autor que “la Ley Fundamental de Bonn contiene un artículo, el 21, apartado segundo que de manera contundente señala (en su redacción de 1949) que los partidos que por sus fines o por el comportamiento de sus afiliados tienden a desvirtuar o eliminar el régimen fundamental de libertad y democracia o a poner en peligro la existencia de la República Federal de Alemania, son inconstitucionales. Sobre la inconstitucionalidad decide el Tribunal Constitucional”. ¿Para que sirve la contundencia de la ley si luego el TC la ignora?
Sorprende que se desestimara su ilegalización con el argumento: “los partidos políticos son piezas esenciales en el Estado democrático de Derecho por lo que la prohibición de cualquiera de ellos no puede hacerse si no es analizando muy detenidamente su ideario y su comportamiento. Se trata de una “norma excepcional” en la medida en que reduce el espacio democrático y por eso ha de ser interpretada de forma restrictiva”. Tras ello, con incoherencia suma reconoce que el Partido Político pretende “restringir los derechos políticos y sociales a aquellas personas que, según su criterio, sean realmente alemanes”. En España hay partidos que proponen lo mismo y también son legales.
El TC que ilegalizo en 1956 al partido comunista por su “actitud agresiva” ahora “sostiene que no existen indicios de peso para considerar que este partido nacionalsocialista constituye realmente un peligro para el orden democrático, social y liberal del Estado de Derecho” algo que es cierto porque, de momento, “carece del eco popular suficiente al cosechar resultados muy pobres en las elecciones que se celebran en el territorio alemán, tanto a nivel de la Federación como de los Länder”. Hitler y su partido inicialmente tampoco eran un peligro. El TC tiene que analizar su inconstitucionalidad, no el riesgo de que la apliquen.
El TC cree que “no existe la más mínima posibilidad…de que los nacionalsocialistas logren sus objetivos a la vista del actual panorama político alemán y añade que no existen espacios en la República que puedan considerarse sustraídos al control del Estado ni siquiera en el Land de Mecklemburgo Antepomerania (donde la presencia de estos sujetos es especialmente enojosa)” aunque reconoce que la ideología “es contraria a los principios y valores en que se inspira el mundo constitucional alemán”. Ese TC se parecen al español.
Justifica su incoherencia con un argumento no jurídico sino político : “aunque todo eso es perceptible en los estatutos del partido, en las declaraciones de sus dirigentes, en las acciones callejeras que alientan y patrocinan, lo cierto es que tales sujetos carecen de fuerza para imponer su ideología y poder alterar así el orden republicano y federal”.
Más grave que el argumento no sea jurídico es que sea irracional, algo impropio de un tribunal y aún más del TC. Cuando exista esa posibilidad será demasiado tarde. Como hizo Hitler desaparecerán Parlamento y TC. “Justifica” su irracionalidad, dice el autor dejando “abierta una puerta por la que colar un instrumento demoledor, más demoledor aunque su prohibición: cortar su financiación por medio de una reforma constitucional” que en 2015 fue de 1,3 millones. Al autor la solución le parece correcta, “sutil” dice; pero es un “burdo” fraude de ley.
Añade el autor: “me he animado a contar esta historia alemana para que el lector español pueda comprobar, de un lado, lo mucho que se puede conseguir si los partidos políticos son capaces de pactar entre ellos cuestiones sustanciales y no encastillarse en sus triviales prejuicios”. Seria repetir la jugada hecha en las primera elecciones, ya con esta CE78: ilegalizar o dejar sin financiación a todo partido cuyo título llevara la palabra República porque “claramente defienden valores y principios contrarios al orden constitucional” que quiere la democracia lo que exige que el Jefe del Estado sea elegido periódicamente por todos los ciudadanos. Ninguna constitución de ninguna dictadura, como la CE78 lo permite. Franco también tenía un Parlamento
Concluye el autor con una pregunta: “¿Podremos albergar los españoles la esperanza de que algún día dejen de burlarse de nosotros?” Sospecho que no se refiere a que se ilegalicen los partidos que siguen financiando desde el Gobierno al que sustentan el homenaje al dictador en su mausoleo faraónico donde yacen secuestrados los cadáveres de sus víctimas, que comete el fraude de ley de aprobar los PGE con nula financiación para la exhumación de las que yacen enterradas en cunetas, que financian fundaciones dedicadas a la directa exaltación con el nombre del dictador con cargo a los PGE ni al que, previsiblemente, será condenado por prevaricación en la adjudicación de obras públicas y por haber ganado las elecciones de modo fraudulento obteniendo el enriquecimiento ilícito correspondiente al tener poder de disposición sobre los PGE en toda España, en algunas Autonomías y en algunos ayuntamientos, pero la respuesta es sí. Es lo que cabe esperar de un régimen corrupto desde sus orígenes fascistas. 
A la CE78 se la ha vestido de seda, pero como dice el refrán: "aunque la mona se vista de seda, mona se queda". Estos políticos han logrado engañar a muchos ciudadanos siguiendo la táctica nazi: "no hay mentira que repetida un millón de veces no acabe aceptándose como verdad" a golpe de repetir mañana tarde y noche que esto es una democracia cuando sigue siendo una dictadura, aunque menos violenta pese a los asesinatos del Carajal, la ley mordaza, etc. Ninguna democracia repite esta falsedad tantas veces al día haciendo bueno el refrán; "dime de qué alardeas y te diré de qué careces": de democracia.

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