Interesante el
artículo “Prohibición de partidos políticos” de F. Sosa Wagner catedrático
de Derecho Administrativo (EL MUNDO, 08.02.2018)
El autor analiza la ilegalización de partidos que eran
una amenaza para la nación para “abrir una reflexión sobre si España debe
actuar contra quien se burla de sus leyes”. Sobre eso nos sobra experiencia:
durante 40 años se prohibieron los partidos políticos que incumplían las leyes
fascistas. Por eso todavía muchos reivindicamos aquel grito del 68: “prohibido
prohibir”
Dice el autor que en Alemania se prohibieron los “partidos
políticos cuyo ideario se muestre radicalmente contrario a los valores y
principios de la Constitución en vigor” y recuerda el autor que “así ocurrió
con la herencia de los nazis”.
En España pasa al revés. El primer dictador monárquico
fascista juró a su creador, el último dictador militar fascista, que cumpliría
y haría cumplir las leyes con las que se nos privó de toda libertad. Nunca juró
respetar la CE78. Al no haber solución de continuidad, procedía de las leyes
fascistas que ya había jurado, no cabía repetir el juramento. Más aún, hay
fundaciones y monumentos fúnebres y ciclópeos dedicados a la gloria del
dictador militar fascista financiados con los PGE. En Austria han hecho
desaparecer hasta la tumba de los padres de Hitler.
En 1949, dice el autor, “como si no hubiera pasado
nada … un partido político que era continuador del nacional-socialista que
pedía respetar al “soldado alemán” y abordar de nuevo la “cuestión judía”.
El Gobierno de Adenauer pidió al Tribunal Constitucional que lo ilegalizara. Lo
hizo porque esa organización “es contraria al orden democrático, desprecia
los derechos fundamentales, está edificada sobre el principio del caudillaje
(Führerprinzip) y sus dirigentes se hallan estrechamente ligados a los del
partido de Adolf Hitler”.
En España se sigue honrando al dictador en Cuelgamuros
y el heredero del genocida, golpista y fascista sigue siendo Jefe del Estado.
Por eso sería incongruente ilegalizar a un partido político fascista y eliminar
de las calles los nombres de los genocidas mientras se siga haciendo.
Dice el autor que “el Tribunal aprovechó para
declarar al tiempo nulos los mandatos parlamentarios obtenidos “sin posibilidad
de sustitución” (la sentencia es de octubre de 1952). Y añadió algo
interesante: “los electores de los representantes eliminados no pueden
quejarse por esa pérdida porque la pretensión de ser representado por un
diputado de un partido inconstitucional es ya, en sí misma, inconstitucional”.
En 1956 ilegalizaron el partido comunista
La ideología fascista siguió en Alianza Popular,
partido creado por siete ministros fascistas. Tras su fracaso, Fraga, uno de
ellos, hizo un remake creando el PP actual.
Añade el autor, “la refundación en 1964 de un
partido nazi fue tolerada y tan solo los movimientos de sus dirigentes y
afiliados, vigilados”; en 2003 falló no ilegalizarlo.
Dice el autor que “la Ley Fundamental de Bonn
contiene un artículo, el 21, apartado segundo que de manera contundente señala
(en su redacción de 1949) que “los partidos que por sus fines o por el
comportamiento de sus afiliados tienden a desvirtuar o eliminar el régimen
fundamental de libertad y democracia o a poner en peligro la existencia de la
República Federal de Alemania, son inconstitucionales. Sobre la inconstitucionalidad
decide el Tribunal Constitucional”. ¿Para que sirve la contundencia de la
ley si luego el TC la ignora?
Sorprende que se desestimara su ilegalización con el
argumento: “los partidos políticos son piezas esenciales en el Estado
democrático de Derecho por lo que la prohibición de cualquiera de ellos no
puede hacerse si no es analizando muy detenidamente su ideario y su
comportamiento. Se trata de una “norma excepcional” en la medida en que reduce
el espacio democrático y por eso ha de ser interpretada de forma restrictiva”.
Tras ello, con incoherencia suma reconoce que el Partido Político pretende “restringir
los derechos políticos y sociales a aquellas personas que, según su criterio,
sean realmente alemanes”. En España hay partidos que proponen lo mismo y también
son legales.
El TC que ilegalizo en 1956 al partido comunista por
su “actitud agresiva” ahora “sostiene que no existen indicios de
peso para considerar que este partido nacionalsocialista constituye realmente
un peligro para el orden democrático, social y liberal del Estado de Derecho”
algo que es cierto porque, de momento, “carece del eco popular suficiente al
cosechar resultados muy pobres en las elecciones que se celebran en el
territorio alemán, tanto a nivel de la Federación como de los Länder”. Hitler
y su partido inicialmente tampoco eran un peligro. El TC tiene que analizar su
inconstitucionalidad, no el riesgo de que la apliquen.
El TC cree que “no existe la más mínima
posibilidad…de que los nacionalsocialistas logren sus objetivos a la vista del
actual panorama político alemán y añade que no existen espacios en la República
que puedan considerarse sustraídos al control del Estado ni siquiera en el Land
de Mecklemburgo Antepomerania (donde la presencia de estos sujetos es
especialmente enojosa)” aunque reconoce que la ideología “es contraria a
los principios y valores en que se inspira el mundo constitucional alemán”.
Ese TC se parecen al español.
Justifica su incoherencia con un argumento no jurídico
sino político : “aunque todo eso es perceptible en los estatutos del
partido, en las declaraciones de sus dirigentes, en las acciones callejeras que
alientan y patrocinan, lo cierto es que tales sujetos carecen de fuerza para
imponer su ideología y poder alterar así el orden republicano y federal”.
Más grave que el argumento no sea jurídico es que sea
irracional, algo impropio de un tribunal y aún más del TC. Cuando exista esa
posibilidad será demasiado tarde. Como hizo Hitler desaparecerán Parlamento y
TC. “Justifica” su irracionalidad, dice el autor dejando “abierta una
puerta por la que colar un instrumento demoledor, más demoledor aunque su
prohibición: cortar su financiación por medio de una reforma constitucional”
que en 2015 fue de 1,3 millones. Al autor la solución le parece correcta, “sutil”
dice; pero es un “burdo” fraude de ley.
Añade el autor: “me he animado a contar esta
historia alemana para que el lector español pueda comprobar, de un lado, lo
mucho que se puede conseguir si los partidos políticos son capaces de pactar
entre ellos cuestiones sustanciales y no encastillarse en sus triviales
prejuicios”. Seria repetir la jugada hecha en las primera elecciones, ya
con esta CE78: ilegalizar o dejar sin financiación a todo partido cuyo título
llevara la palabra República porque “claramente defienden valores y
principios contrarios al orden constitucional” que quiere la democracia lo
que exige que el Jefe del Estado sea elegido periódicamente por todos los
ciudadanos. Ninguna constitución de ninguna dictadura, como la CE78 lo permite.
Franco también tenía un Parlamento
Concluye el autor con una pregunta: “¿Podremos
albergar los españoles la esperanza de que algún día dejen de burlarse de
nosotros?” Sospecho que no se refiere a que se ilegalicen los partidos que
siguen financiando desde el Gobierno al que sustentan el homenaje al dictador
en su mausoleo faraónico donde yacen secuestrados los cadáveres de sus
víctimas, que comete el fraude de ley de aprobar los PGE con nula financiación
para la exhumación de las que yacen enterradas en cunetas, que financian
fundaciones dedicadas a la directa exaltación con el nombre del dictador con
cargo a los PGE ni al que, previsiblemente, será condenado por prevaricación en
la adjudicación de obras públicas y por haber ganado las elecciones de modo
fraudulento obteniendo el enriquecimiento ilícito correspondiente al tener
poder de disposición sobre los PGE en toda España, en algunas Autonomías y en
algunos ayuntamientos, pero la respuesta es sí. Es lo que cabe esperar de un
régimen corrupto desde sus orígenes fascistas.
A la CE78 se la ha vestido de seda, pero como dice el
refrán: "aunque la mona se vista de
seda, mona se queda". Estos políticos han logrado engañar a muchos
ciudadanos siguiendo la táctica nazi: "no hay mentira que repetida un millón de veces no acabe aceptándose
como verdad" a golpe de repetir mañana tarde y noche que esto es una
democracia cuando sigue siendo una dictadura, aunque menos violenta pese a los
asesinatos del Carajal, la ley mordaza, etc. Ninguna democracia repite esta
falsedad tantas veces al día haciendo bueno el refrán; "dime de qué alardeas y te diré de qué careces":
de democracia.
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