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16 feb 2018

Anomia catalana



Interesante el artículo “Anomia catalana” de S. Muñoz Machado, Catedrático de Derecho Administrativo y académico de número de la Real Academia Española y de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (LA VANGUARDIA, 10.02.2018)
Recuerda el autor que “los juristas llamamos anomia a la ausencia de ley. Los médicos denominan de esta manera a un trastorno del lenguaje que impide llamar a las cosas por su nombre. Los psicólogos y sociólogos consideran que anomia es el conjunto de situaciones que derivan de la carencia de normas sociales o de su degradación” para concluir que “la anomia catalana se compone de todos estos ingredientes”, conclusión que comparto menos.
Sin duda el primer síntoma de la incomunicación es el “neolenguaje”, esto ya es parte de la literatura, pero también de la política. Franco llamaba “procuradores” a los que no quería llamar “diputados”, “productores” a los que no quería llamar “trabajadores”, “contraste de pareceres” a lo que era “rechazo a la dictadura”, y en fin “democracia orgánica” a lo que era una “dictadura militar fascista”, la que engendró la actual monárquica, “rebeldes y sediciosos” a los “defensores de la legalidad” a los que asesinó “legalmente”, etc. De aquellos polvos vienen esos lodos.
Que eso ocurra también en la vía judicial es mucho más preocupante a que sólo lo hagan los políticos cuando hablan de “soberanía, democracia, derecho a decidir, libertad, golpe de Estado, justicia, ley, constitución u otras”, como reprocha el autor. Es grave que los políticos les atribuya “un significado que no tienen” - la tontería de la “portavoza” se encuadra en ese ámbito - pero es mucho más grave que un magistrado vea un “delito inexistente”.
Dice el autor que “la palabra democracia no significa que una parte del pueblo pueda derribar la Constitución del Estado en que está integrado”. Se olvida de decir que es dictadura y no democracia todo régimen que prohíbe elegir al Jefe del Estado. Las hay con muchas sedas: civiles, militares, teocráticas, monárquicas, etc., pero siguen siendo dictaduras o dictablandas.
Incurre en anomia al definir ”golpe de Estado” como el intento de “apoderarse de las instituciones al margen de cualquier procedimiento legal, aunque no medie violencia, no quien aplica previsiones legales o constitucionales”. Debía aceptar la definición de la RAE ¡lo hacemos todos!: “Actuación violenta y rápida, generalmente por fuerzas militares o rebeldes, por la que un grupo determinado se apodera o intenta apoderarse de los resortes del gobierno de un Estado, desplazando a las autoridades existentes”. El gobierno tampoco respeta esta definición y la judicatura comete un fraude al encarcelar a algunos políticos disidentes. Franco acuso de “sediciosos y rebeldes” y luego los asesinó, a los que defendieron la ley y la democracia. Ahora no pueden hacerlo, la pena de muerte es ilegal. Quizá se les pasó que se podría recuperar declarando el estado de guerra o quizá solo se atrevieron a mal aplicar el 155.
Tras esta alteración de la definición dice: “de esta clase de anomia se pasa con facilidad a la otra que consiste en la falta de normas sociales o su degradación” y afirma que “el discurso del odio ha hecho acto de presencia y unos ciudadanos reprueban a otros sólo por su manera de pensar, los intimidan, señalan o insultan”. Falta a la verdad al decir “una minoría se cree con poder soberano suficiente para decidir el futuro de Catalunya en su conjunto y, por conexión, de España”; son mayoría en Cataluña y, además, no han decidido ningún futuro; han propuesto el futuro que quieren - aunque basado en una consulta ilegitimada en su forma y en su ejecución, aunque defectos ajenos a su voluntad - un futuro que tendrían que negociar con el gobierno de España a través del diálogo; un diálogo al que éste lleva años negándose.
 Además, en las últimas elecciones han revalidado su mayoría; en ella la defensa de la opinión de “los demás” no ocurrió “en un ambiente enrarecido” sino en unas elecciones pacíficas. El autor dice que “según las crónicas, se ha apoderado, como el humo de un incendio, de las familias, las empresas y las instituciones” pero eso depende del cronista que elija. Tras ello el autor denuncia “todo es muy preocupante, pero me parece que lo es en grado sumo la ausencia de leyes. No hay leyes en Catalunya para responder a sus principales problemas”. Podría pensarse que se refiere a la ilegal aplicación del art. 155 CE 78, pero no; ésta no la ve.
Lo diré mejor, añade, si las hay se incumplen o se inventan otras alternativas de manera súbita”. Son innegables las ilegalidades cometidas y “la poco meditada afirmación de que los tiempos de la autonomía pertenecen ya a la historia” pero no “el total desafecto por la Constitución y el Estatut” se ha revalidado el afecto. Sí pertenece a la historia lo anterior a las últimas elecciones convocadas, realizadas, controladas y validadas por el Gobierno al abrigo del 155, donde la debacle de su partido hace ostentoso, es la segunda vez, el rechazo a su política.
La idea del “doble gobierno: uno de la república catalana en el exilio y otro integrado en el Estado del Reino de España en el interior” es el fruto del “árbol envenenado” regado con la    aplicación ilegal del art. 155CE78 a la que se suma el hallazgo jurídico de delitos inexistentes. El lamento del autor “¡ay, querida Catalunya, sometida ahora al pitorreo de tantos pueblos que te admiran “es más válido referido a España a la que su gobierno ha convertido en un circo.
Desborda de apocalipsis la afirmación de que “esta actitud política del soberanismo equivale, desde luego, a la ausencia de ley, porque las que se aprueban son efímeras, ocasionales, caprichosas, improcedentes o nulas, y generan tanta inseguridad que nadie puede programar con certeza su futuro personal, familiar o empresarial”. La realidad es otra. “Los éxodos y autodestierros de estos últimos meses” los ampara la UE cuya ley protege la libertad frente a las opiniones del poder judicial español revocadas varias veces por el TJUE.
Dice el autor “quiero dejar enunciada la conclusión: Catalunya, o los dirigentes políticos responsables de las tres clases de anomia que padece, tienen que poner en tratamiento urgente esas conductas” ¿por qué se refiere a Cataluña y no a España? Vivimos en la anomia nacida de disfrazar una dictadura militar fascista con una dictadura monárquica fascista; la que heredó el papá del actual dictador monárquico. Él juro que nos seguiría privando de la libertad cumpliendo y haciendo cumplir las leyes fascistas con las que tras un golpe de Estado - tal como lo define la RAE - al que siguió una guerra, se nos robó el régimen democrático tras la huida de su último dictador monárquico Alfonso XIII. Un dictador que, no se olvide, se negó a presentarse ante el poder judicial español acusado de traidor. La sentencia se produjo en rebeldía protegido por el régimen fascista de Mussolini.
El gobierno de esa España - tras su vestidura de seda se ve la mona - se ha negado a “dialogar y negociar” año tras año cuando se pedía un “referéndum no vinculante”; ¿qué es lo ininteligible?; al negar lo que era legal creó “la tensión social inducida” que sufrimos ahora.
Pide el autor que “se reponga la lealtad a las leyes”. Las leyes habrá que cumplirlas, pero si son inaceptables se cambian. Además “la responsabilidad de avanzar en la resolución de la anomia es de los gobernantes catalanes” es un endose de toda la culpa a quien sólo tiene parte. Desde hace muchos años se pueden “culpar con más razón al Gobierno del Estado”, no “de su insoportable indolencia” sino de su rechazo al diálogo y de su afición al “palo y tente tieso”. Es su forma de hacer política con la ley mordaza aplicada a todo el país.
                La continua apelación al pacto es uno de los reflejos más eminentes del amor por la propia historia, tan característico del carácter catalán. El pactismo fue, en efecto, un instrumento esencial de gobierno de la monarquía aragonesa” y tiene razón. Fernando II de Aragón es el paradigma del pacto dentro y fuera de todos los territorios del reino de Aragón. Todo se estropeó con los Borbones.
Matiza el autor una cita de Vicens Vives: “la reducción acelerada del pactismo está inevitablemente relacionada con la emergencia del constitucionalismo y la aparición de la ley general como instrumento principal de gobierno”, pero eso exige que la ley general se haya votado en condiciones de libertad y de respeto a la democracia.
Eso no ocurrió en 1978; fue una salida, quizá la única pacífica posible del régimen fascista heredado y jurado por el papá del actual dictador monárquico cuya herencia dictatorial ha recibido hecho bajo aquel ruido de sables. Es hora de tener una constitución democrática. Se ha perdido mucho tiempo y la oportunidad cuando abdicó el heredero de Franco
Debe desaparecer esta antinomia que el autor no ve: el fraude constitucional que es la CE78 exigiendo, paradójicamente, que se cumpla el art. 1.2CE78: “la soberanía reside en el pueblo español de donde emanan todos los poderes del Estado” para que el pueblo soberano pueda elegir periódicamente al Jefe del Estado que es lo propio de las democracias y por eso se prohíbe en España; para que se cumpla el art. 14 CE78 que prohíbe la discriminación por razón de “nacimiento o cualquier otra condición personal o social” y no se hereden los cargos políticos - la Jefatura del Estado - una práctica corrupta recuperada por el último dictador militar fascista y jurada por los borbones ¡encantados de la vida con este regalo antidemocrático!
                Sólo a partir de ese momento, cuando ya no esté podrido el árbol constitucional, “el pacto puede ser ratificado por las leyes y las leyes pueden modificarse a consecuencia de acuerdos, pero no pueden ser violadas. No tienen eficacia los pactos contra legem, hasta que la ley los acoge.”
Antes hay que acabar con la anomia de la CE78; es incoherente consigo misma.

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