Test Footer


16 mar 2018

Empatía interterritorial



Interesante el artículo “Empatía interterritorial” de D. Vallespín Pérez, catedrático de Derecho Procesal de la Universidad de Barcelona(EL PAIS, 06.03.2018)
Parte el autor de un axioma: Cualquier intento de construcción razonable de un nuevo marco territorial en nuestra Constitución, lejos de posicionamientos unilaterales tendrá que pasar por la consecución, fruto del diálogo, del máximo consenso posible. Tras ello añade Hay que partir de un principio de “empatía interterritorial” que nos permita, dentro de un proyecto compartido y presidido por la lealtad, no solo defender lo que se entiende como justo para una comunidad autónoma, sino también comprender y, en su caso, aceptar, lo que lo pueda serlo para las otras y estaría más de acuerdo si pusiera más énfasis en la “empatía interpersonal” que si falla hace imposible la “empatía interterritorial”.  
Mi precisión nace del abuso del término territorial. Siendo correcto citar al contenido por el continente, su abuso altera el fulcro de la política que es su único soberano legítimo, cada ciudadano; un fulcro que no se termina de verse tras tantos años de dictaduras fascista que pervive por falta de solución de continuidad.
Sólo respetando al individuo se respetarán las unidades políticas consuetudinarias que siguen vivas. El diseño de cuya coordinación debe hacerse no tanto sobre medievales derechos que nacidos para luchar contra los privilegios hoy se desnaturalizan para conseguirlos en un mundo donde lo importante es que “todas las personas son iguales ante la ley”, algo compatible con que cada colectividad se organice como quiera, como se hace en la comunidad de vecinos.
Todo es político, y es verdad, incluida la economía que subyace tras todo acto político. Resalta con toda razón el autor que “sin la complicidad y cooperación de todas, cualquier intento de resolver un problema puede verse reducido a una simple y buena intención condenada al fracaso y, en consecuencia, generadora de una nueva frustración, cuando no conflicto” y eso es algo que recuerda el art. 7.1 CC: Los derechos deberán ejercitarse conforme a las exigencias de la buena fe. Gente leal, no “listos”, es lo que necesita este país.
Sigue diciendo “debemos ser capaces de diseñar un nuevo modelo territorial, acompañado de un nuevo sistema de financiación autonómica, que nos permita conseguir que todas las comunidades sean tratadas, como se merecen, dentro de una España adaptada a los nuevos tiempos y circunstancias” y repito mi objeción, no son las comunidades sino las personas las que tienen que ser tratadas como se merecen. Y como añade “Si Cataluña, lejos de vías unilaterales, sabe ponerse en el lugar de los otros; y las otras comunidades son capaces de entender, en paralelo, lo que muchos catalanes podemos sentir, será mucho más fácil explicar, objetivamente, sin renunciar a unas líneas generales comunes y armónicas, los hechos diferenciales que son propios de cada territorio” insisto: los territorios no tienen hechos diferenciales somos 7 mil millones de personas aburridamente iguales, aunque no idénticas.
No está tan claro que “si es factible una hipotética quita de la deuda de las comunidades autónomas, cualquier propuesta … deberá afectar, en positivo, a todos los territorios” porque es posible que alguna sea acreedora. Aunque sin duda “a la hora de diseñar un nuevo sistema de financiación autonómica habrá que hacer compatible la toma en consideración, en forma equitativa, de criterios a primera vista antagónicos, como los relativos al volumen de población (que pueden interesar a Madrid o Cataluña) o bien al coste real de los servicios públicos a financiar por cada comunidad en función de su orografía o dispersión de sus núcleos de población (lo cual será puesto sobre la mesa, a buen seguro, entre otras, por Andalucía, Cantabria, Extremadura o Castilla-La Mancha)” de nuevo insisto en el error de referirse a los territorios y no a las personas. Un territorio tiene “derechos” estadísticos, una persona derechos fundamentales y esos son los que hay que proteger ¡pero también desde el Estado!, y no desentenderse de ellos porque están “cedidos” a las comunidades.
Dice el autor: “esta “cuadratura del círculo” solo podrá llegar a buen puerto mediante concesiones recíprocas entre los diferentes intereses de cada territorio”; pero esa cuadratura desaparece si hablamos de derechos individuales. Afirmar que “el Estado deberá asumir, de una vez por todas, que son las comunidades las que gestionan gastos crecientes, como los relativos a sanidad, educación o protección social” no libera al Estado de su obligación estatal de proteger el derecho del ciudadano si no recibe la gestión territorial adecuada. Pare ello se debe interiorizar que el sujeto de derechos es el ciudadano, único soberano legítimo bajo esta dictadura monárquica fascista en que vivimos.
 Por eso destaco el reiterado error de expresión, no lo creo de concepto, al identificar al sujeto: “las comunidades, fruto del principio de empatía interterritorial, deberán pensar, superando cualquier tentación egoísta, en alcanzar un beneficio común e igualitario para toda la ciudadanía como así exige una correcta comprensión e implementación del Estado del bienestar”. La empatía o es personal o no existe.
El egoísmo es del rico frente al pobre, el rico es igualmente insolidario con los pobres lejanos que con los próximos. Es un error que debe corregirse hablar de pagos de las autonomías ricas a las pobres. Se trata de devolución del exceso individualmente cobrado por los ricos, vivan donde vivan, a los pobres de las autonomías donde sobrevivan. Al convertirla en sujeto, ella sólo es una recaudadora y distribuye, cree que lo recaudado es suyo y que lo que redistribuye se lo quitan a ella. Pero un recaudador es un empleado ese dinero no es suyo. En este caso sólo es suyo una parte; la otra parte, que es ajeno, debe devolverlo, que no pagarlo.
El IVA que se recauda localmente lo paga el consumidor final, pero también paga el IRPF de los trabajadores incluido en el coste del producto o el IS de las empresas fiscalmente domiciliadas en una autonomía. Con esos impuestos indirectos se han de sufragar su escuela, sanidad, atención a impedidos, carreteras, etc., de su autonomía. Si una autonomía aporta ese dinero sólo devuelve lo recaudado que no era suyo. Eso se suele explicar maliciosamente y por eso insisto en diferenciar al sujeto.
También se deben separar conceptos que no deben mezclarse: “En el caso catalán, por ejemplo, el diálogo, desde el respeto constitucional, sobre gran parte del listado de reivindicaciones que el propio Gobierno de Cataluña presentó al Gobierno español en abril de 2016; las inversiones en infraestructuras estratégicas; el reconocimiento de la lengua, la cultura y los símbolos de Cataluña; o la consolidación y protección de muchas conquistas sociales que hoy, fruto de ciertas políticas, de aquí y de allí, están en grave riesgo e involución”.
De esta relación se debe excluir “el reconocimiento de la lengua, la cultura y los símbolos de Cataluña” sobre el que no cabe acuerdo, sino respeto incondicionado.
La solución, es claro, no es la de “vestir a un santo para desvestir a otro, sino más bien por un incremento de la capacidad global de recaudación del sistema tributario, una mayor autonomía fiscal de las diferentes comunidades, la lucha contra el fraude fiscal y el impulso a los tributos medioambientales” pero su mejor reparto ¡a nivel individual!, el sujeto de derechos es la persona, no la comunidad territorial, es algo que se puede hacer de modo más inmediato.
Sin duda “todo ello no puede esperar mucho más, ni aplazarse hasta el 2019” y no es indecente que se condicione “a ciertos chantajes referidos a la presión para la aprobación presupuestaria, a la comodidad de aquellas otras comunidades de régimen foral que ya han negociado lo suyo, o a los intereses electorales, a corto plazo, de unos y otros
                Por cierto, quizá un planteamiento que evitaría muchas discusiones sería aplicar el sistema de cupo en todas las comunidades. En ese caso los criterios de reparto serían los mismos entre todos y por tanto sería más equitativo y daría fin a los privilegios, sean medievales o no.

0 comentarios:

Publicar un comentario