Leo un interesante artículo De D. Santiago González Varas titulado "Lo que importa" (La Razón, 21.11.2017). Me estremece pensar que haya más gente que piense
como él.
Dice que le “duele la
imagen que, de España y de los españoles, los separatistas dan en el exterior” pero mucho de lo que han dicho es cierto: 1º.-
no vivimos en un Estado de Derecho porque
una dictadura monárquica no es un estado de derecho como no lo es cualquier
dictadura ¡por bien que se viva en alguna, como las nórdicas!; 2º.- que
vulneramos los derechos humanos, lo cual es algo que se pude apreciar
prácticamente en cualquier CIE con los extranjero y sobre todo tras el
homicidio permitido por las FCSE en la playa de Melilla dejando ahogarse
delante de sus ojos a los inmigrantes agotados en su intento de llegar a la playa
nadando, sin contar a los que les seguían disparando pelotas; y eso por no
hacer la lista más larga de cómo se respetan los derechos humanos en esta
dictadura monárquica; 3º.- que no hay
separación de poderes, algo que cuando menos, a la vista de varios
hechos, algunos condenados por el TJUE, permite la duda a la vista del respaldo
judicial a determinadas políticas gubernamentales incluida la inconstitucional
aplicación del art. 155; 4º.- que hay
presos políticos, algo que si no lo es stricto sensu se le parece demasiado.
Su
referencia a la STS 408/2016 de 15.06 sobre la persecución de los que
“deshonran” a las ¿sagradas Instituciones del Estado? ejerciendo su libertad de
opinión parece equivocada. En esa STS se falla lo contrario: las instituciones
públicas no tiene honor.
Estremece
que el autor al califica de “bobadas” a las manifestaciones con las que está en
desacuerdo. ¿Sólo por eso debe ser delito? Que no desespere; algunos lo sigue
intentando.
La
ideologización pro independentista, con la que personalmente estoy en
desacuerdo, tampoco es un delito. La libertad de opinión y de acción política
no expresamente prohibida en el CP es legítima. Sin duda más de uno quisiera
ampliar el CP hasta recuperar el nivel de la previa dictadura militar en cuyo
seno ideológico se engendró la actual dictadura monárquica. El juramento público
otorgado ante su dios por Juan Carlos I incluía seguir privándonos de la misma
libertad que Franco con sus ilegítimas leyes que su régimen le fabricaba. Y lo
hizo.
La
acusación de “violencia o violentación”
que hace el autor es un juego de palabras ideológico. No hubo más violencia que
la que vimos ejercer a las FSCE el 1-O. La desobediencia a las leyes de que cabría
acusar a algún político podría calificarse de “violencia jurídica”; pero ése es
un concepto distinto que el de violencia sin adjetivos que es violencia física contra
las personas que se vio el 1-O contra los votantes. Fuera legal o ilegal el referendum ellos fueron pacíficos. Hasta
entonces ante manifestaciones proindependentistas los Mossos de Escuadra habían
permitido ese ejercicio de la libertad de opinión sin ejercer ellos la violencia.
Decir que “ya
incluso durante los años sesenta se dictaron leyes que situaban nuestro ordenamiento
en una primera línea a nivel jurídico-comparado, como la Ley de jurisdicción
contencioso-administrativa, la ley de expropiación forzosa, la ley de
procedimiento” resulta cómico. Todo lo dicho en la ley se convertía en agua
de borrajas de la mano servil del poder judicial ante el dictador. La bondad de esas leyes era como la de las
que ponían coto al abuso de la esclavitud. El esclavo, como el súbdito, no las
podían reivindicar frente a su amo.
Desborda el
disparate al afirmar que “a
partir del año 1975 se dio un salto hacia una superdemocracia, porque en ningún
país de Europa se otorgaron tantos derechos a las regiones”. Los
derechos los tienen los ciudadanos, no las regiones ni los países. En los
ciudadanos reside la soberanía que no existe si se le niega el derecho a elegir
periódicamente a su Jefe del Estado. Eso caracteriza a todas las democracias.
Si no existe no hay democracia. ¿Superdemocracia?; no; esta dictadura
monárquica sólo es “supercalifragilisticoespialidosa”. El autor confunde dos conceptos
totalmente diferencies. Que haya un Parlamento, lo había con Franco y en la
URSS, lo hay en Corea del Norte, no significa que hay democracia. Una democracia
es incompatible con establecer el derecho a la herencia de la Jefatura del
Estado.
Europa,
felizmente no es la misma Europa que negó su apoyo a la II República, que esa
sí que era democrática, y permitió el preámbulo del triunfo del nazifascismo en
España inmolándonos en el altar de impía reverencia Hitler, no apoya lo actuado
por las FCSE el 1-O, sino que se asombra y envía a quienes la organizaron
llamadas discretas de atención
Por encima de sus torpezas hay que agradecerle al
Gobierno catalán que ahora la palabra Republica vuelva a sonar en España y la III República que reuna a todos los españoles se sienta más próxima.
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