La torpeza del Presidente Sr. Rajoy y la astuta malicia
del Presidente Sr. Mas son dos opciones aparentemente distintas, aunque son la
misma, de las que se ofrecen a los ciudadanos catalanes. Representan dos versiones
distintas de la misma forma totalitaria y excluyente de hacer política. Tienen
en común su desprecio a los demás que no les voten a los que apostrofan negando
derecho a u opción legítima convirtiéndolos de contrincantes en enemigos
agresores.
Son las
mismas esencias totalitarias excluyentes en el ámbito geográfico en que se
mueve cada uno: el uno en el ámbito catalán el otro en el ámbito español. Quien
no vote a uno es un mal catalán, quien no vote al otro es un mal español.
Con Franco
quien no le apoyara era declarado “mal español”, “desafecto al régimen”, “compañero
de viaje”, anti-español”, “anti-cristiano”. No ha resucitado Franco, se
reencarnó en todos estos totalitarios disfrazados de demócratas que disimularon
el estigma del régimen que tiene la monarquía que él se inventó, cómplices para
que “todo quedara atado y bien atado”.
¡Y vaya si
ha quedado! Están repitiendo la historia que conocen bien cometiendo los mismos
errores. Esperan también ellos su triunfo tras este encizañamiento entre
españoles.
Estas elecciones son unas elecciones para elegir quien
deberá presidir el gobierno de Catalunya. El déficit democrático propio de la constitución
franquista, las insuperables torpezas del partido más continuista del régimen
anterior a nivel global y la trapacería de su continuador en su versión
catalana han conseguido encenagar la votación para poder manipular en ese río
revuelto los resultados, sean estos los que sean, para afirmar que su propuesta
ha ganado.
Los partidos que hicieron plebiscitarias estas
elecciones declararán si no logran mayoría de votos declararán que “según la
legalidad”, la que rechazan, lo importante es el número de representantes. Olvidarán
“el derecho a decidir de los catalanes” y declararán el superior valor del “derecho
a decidir de los representantes” y exigiendo “respeto a la ley” que van a
incumplir utilizarán la ley electoral olvidándose de que las plantearan como
unas elecciones plebiscitarias y que la mayoría de los catalanes han negado su
voto a quienes quieren “la independencia”.
En el caso, al parecer improbable, que logre mayoría
de votos, ignorará que una decisión de esta naturaleza no se aprueba en ningún
sitio por mayoría simple sino cualificada tal como establece el propio Estatuto
que ellos propusieron para el caso de decisiones significativas.
Si tampoco logran la mayoría de representantes, y aún
menos respaldo popular, no hay que descartar que no exijan los representantes
del PP que apoyen su lista por ser la más votada -esa es la tesis de Rajoy - y
declaren la independencia. Será interesante ver qué decide el PP.
Otra opción que logren la mayoría sin necesidad del
PP aliándose con algún otro partido independentista y que, pese a tener en
total menos votos que la mayoría simple, les permitan gobernar y proclamar la
independencia pese a la evidente derrota plebiscitaria.
Otra opción más es que no logren gobernar. Entonces
recordarán que se trataba de unas elecciones al parlamento y que desde él ejercerán
el mandato que se les dio en pro de la independencia pese a que la mayoría de
los votantes lo que les dijo fue que no la quería.
Por su parte el PP, como imagen especular que es,
recordará el fracaso de la “ilegal” consulta plebiscitaria en todos los casos
en los que el número de votos no supere el mínimo, que al parecer serán todos.
En el caso
de que sea la lista más votada votará en contra de su elección.
Más aun, no
dudarán en apoyar cualquier coalición para la elección de cualquier otro
candidato que se proponga por opuesto que sea ideológicamente a su proyecto
político a fin de que en segunda vuelta no gane la lista más votada.
Y en el caso,
que se pronostica improbable, de mayoría de representantes y de votos recordará,
tendrá “razón legal” la falta de competencia para la declaración unilateral de
la independencia sino que, y ahora tendría “razón legal y moral” que de acuerdo con el Estatuto una decisión de
esta envergadura exige una mayoría cualificada.
Ante
semejante comportamiento de los dos grandes trapaceros yo creo que el sentido
común de los catalanes debería de invitarles a derrotar a ambas formaciones
políticas eligiendo cualquiera de las demás que por mucho que sea su desacuerdo
con ellas son más sensatas.
Eso tendría
un valor plebiscitario de llamada al sentido común: al seny. Sorprende ver enfrentadas a dos ideologías tan iguales con un
pasado de tan estrecha colaboración ”en todo”.
No los hemos derrotado a los dos pero ninguno consiguió su objetivo. ¡Menos mal!
No los hemos derrotado a los dos pero ninguno consiguió su objetivo. ¡Menos mal!
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