Asusta el título de un artículo que plantea la
disyuntiva “Inmigración: cabeza o corazón” (Sagardoy, ABC, 04.09.2015). ¿Cómo
elegir entre ser persona racional y ser persona con sentimientos? ¿Cabe
renunciar: a ser humanamente racional o a ser humanamente animal? Los animales
puede que no razonen, pero hasta ellos sienten.
Cita el autor al Sr.
Tertsch: “la crisis que ha estallado este verano en Europa si se mantiene fuera
de control, como es el caso ahora mismo, amenaza creíblemente con hacer
colapsar los instrumentos de cooperación, los mecanismos de seguridad y hasta
el orden público en Europa”. ¡Pues claro!; ¿no se había enterado de que ésta es
una ”aldea global” y que las casas tienen techos de paja?
Recuerda que entre
1800 y 1940 cruzaron el “charco” 50 millones de europeos pero no dice que la
inmensa mayoría no pidió ayuda sino que masacró a las cinco tribus indias de
los USA y a los patagones en Argentina donde se instalaron no como emigrantes
pacíficos sino como depredadores. Y no se olvide la “colonización de Africa, el
Congo era una finca particular del rey de Bélgica, ni la destrucción de
sociedades industriales como la India para beneficio del mercado ingléni la
guerra del opio para acabar con China entre otras lindezas de estos “NO
emigrantes”. De aquellos polvos, la injusticia estructural dejada en los países
independizados y la corrupción y la “obligación
de financiar su industria de armamentos”, entre otras corrupciones “legales”si
no, no sería rentable.
Es falso afirmar que “el
derecho a emigrar, en cuanto que se relaciona con el trabajo como medio de
vida, está directamente vinculado con la dignidad humana, y así lo reconocen
las grandes Declaraciones internacionales”. El derecho a emigrar nace del
derecho fundamental a la vida; es superior al “sagrado” derecho a la propiedad
o a la nacionalidad. Sólo quién considera el derecho a la propiedad y a la
nacionalidad un derechos fundamental superior al derecho a la vida puede defenderlo
alegando la Declaración Universal de los Derechos del Hombre: “vulnera la
dignidad humana prohibir la salida de tu país, pero no la negativa de otro a
recibirte”( art. 13.2). Quizá por eso la política a seguir sea que mueran
ahogados. Los países de origen no “vulneran la dignidad humana” y los de
destino “no tienen ni oportunidad de vulnerarla”. Y si llegan vivos:
“devolución en caliente “, pero “legal”, ¡eso sí!
La ley no justifica
comportamientos indecentes. Fue legal la esclavitud ¡hasta finales del S XIX!,
pero era indecente desde su origen. Ese mismo respeto debe merecer a la gente
decente el art. 13.2, una burla de la “Declaración Universal de los Derechos
Humanos” ¡pura inmundicia política!
Tampoco es cierto que sea “el fenómeno de la
inmigración el que toma una importancia muy preocupante” lo preocupante es la
explotación pre- y post-colonial atropellando los derechos humanos a nivel
mundial. La emigración es la solución más pacífica de sus víctimas, algo que no
debe olvidarse: toda paciencia tiene un límite.
Decir que aunque la crisis afecta sobre todo a
los extranjeros “a pesar de ello siguen teniendo trabajo sobre todo si son
personas con pocos estudios que tienen ocupación en un 54,1 % frente al 52,6 de
sus homólogos nacidos en el país” revela que no se entiende de números. El
error en la medida es tal que son indistinguibles. Añadir que “si tienen
estudios universitarios la situación es la contraria: el 84 % de los autóctonos
frente a un 77 % de los inmigrantes” revela la discriminación de una política a
favor de inmigrantes dispuestos a ser “neo-esclavos” en “trabajos de poca
calidad” ¡y peor salario!
Sigue en su “análisis” del fenómeno: las “migraciones de la pobreza” de
quienes “tienen una falta de satisfacción con su vida presente (elemento de
expulsión) y un vago presentimiento de una mejor vida en otra parte (elemento
de atracción)” y añade que “es la tradicional [y] puede tratarse con mayor
racionalidad, pues si otros buscan empleo, antes estarán los nacionales que no
lo tienen” y termina: “Todo el mundo lo entiende”. Será el mundo que cree que
“la nacionalidad es un derecho fundamental” y además superior al derecho
fundamental de otro ser humano a querer sobrevivir.
Proponer admitir al extranjero “para los
trabajos que el autóctono desprecia”. Eso es un fraude: si “entran los necesarios”
no están resolviendo el problema de la emigración sino “su problema de falta de mano de obra”. Alaba
el pragmatismo de Australia, Nueva Zelanda o Canadá ¿no fue Canadá quien
rechazo a la familia de estos niños ahogados que hemos visto en la playa? ¡Muy
pragmático!
Que en Europa “entre los que desean
entrar” y que “consigan un contrato de trabajo en cualquier sector” valorando
“su derecho a una vida con empleo” (el subrayado es suyo) según la
doctrina “papeles para todos” lo califica de pìetismo”. ¿Es ahora censurable
apiadarse del semejante?
De los inmigrantes “cualificados” y los
“pudientes” dice que son “categorías ambas que no plantean problemas”. ¿Cómo
los van a plantear? Los problemas los plantean los “condenados pobres” que son
unos malvados que se empeñan desde hace siglos en amargarles la vida a los
“pudientes”.
Identifica luego a “los buscadores de
mayor bienestar social que el de su país, aunque éste sea de la Unión Europea”
¿acaso les mueve la “avaricia” de los “buscadores” de oro? Dice de ellos que
son “un fenómeno reciente y que preocupa hondamente a varios países europeos,
especialmente al Reino Unido, que buscan formas de limitar la libre circulación
de personas en el seno de la UE, tocando con ello la fibra más sensible de la
misma”, esa gente pietista que se apiada de los demás. A él le preocupa ”el
enorme coste que supone la asistencia social y la sanitaria para los ciudadanos
del país receptor”. No habría este problema en la actual Desunión Europea si
hubiéramos creado una Unión Europea con un sólo pasaporte. Al nacionalismo de
esta Desunión Europea le interesa sólo la libertad de mercado.
Los últimos son “los inmigrantes
vulnerables, en su condición socio-política. Es lo que ahora está golpeando
duramente nuestras conciencias y nuestras fronteras. Estos inmigrantes han sido
objeto siempre de una preocupación internacional plasmada en Tratados y
Convenciones, como la de Ginebra, que consagra en su art. 33 el derecho del
asilado-refugiado a no ser devueltos a su país”. Y explica ingenuamente “de ahí
el interés de que no entren”. ¿Es así como se respetan los tratados? ¿si
además de no entrar se mueren ¿mejor?: “muerto el inmigrante se acabó el
problema”; ¿no?
Plantea
que hay” guerras o ambientes bélicos en Siria, Irak, Afganistán y distintas
regiones del mundo han eclosionado con gran virulencia dando lugar a
situaciones de gran tensión humanitaria” sin plantearse quien las crea y
mantiene: ¿no recuerda la de 1936? Si “Europa está con un enorme problema y
pocas soluciones” hay que plantearse si Europa fue o no la causante. Hace mucho
que “la Unión Europea debe funcionar como tal con políticas consensuadas con
todos sus países integrantes y evitando egoísmos nacionales”: Sin duda ”un
acuerdo global firme y coherente, un renovado Plan Marshall que haga
frente al ingente coste económico y humano de recibir a todos esos inmigrantes
que piden asilo” ayudaría. “La solución hay que buscarla en que los países de
salida tengan una mejora de su situación que no impulse a sus ciudadanos a
emigrar”. Eso dijo un niño sirio en el telediario: “paren la guerra que
nosotros no queremos ir a Europa”; debió añadir “paren sus guerras en mi
país”.
El nacionalismo rechaza “la solución [que]
pasa por una real integración en el país con su idioma, su cultura y sus
principios constitucionales”. Alemania, cuyo actitud con Grecia fue indecente
al menos “ha dotado 10.000 millones de euros para hacer frente a la
manutención, vivienda, ayudas monetarias, electricidad, enseñanza del alemán y
formación profesional, de los 800.000 inmigrantes (fundamentalmente sirios) que
esperan en este año 2015”. Lo nuestros es las “devoluciones en caliente”;
“legales”, eso sí.
Dice el autor: “el pietismo y la
racionalidad económica deben ir unidos, puesto que lo primero sólo es clara
demagogia. Comprensible y respetable, pero demagogia al fin y al cabo”.
¡Bendita demagogia!, digo yo; la “racionalidad económica sola” es “clara e inmunda
explotación de personas”.
Cita el debate para derogar el RDL16/2012 que privó de tarjeta sanitaria a los inmigrantes “ilegales”,Es falso que sea:"muy impopular oponerse a restricciones de la asistencia sanitaria”. ¡Es inmundo! Lo es dejar que empeore o muera una persona por no tener tarjeta
sanitaria:“¡es ilegal”.
Dice “que todo el que pise España tiene
derecho a la asistencia sanitaria (que es lo que nos pide el corazón)” pero a
algunos nos lo exige la razón. Además es falso que tengamos que “pagarlo de nuestros
bolsillos”. En nuestros bolsillos ya no hay dinero para resolver ese problema. El actual Gobierno ¿legalmente? nos quitó el dinero de nuestros bolsillos. Esa es su política: una política a favor de “pudientes” y contra inmigrantes sean “legales” o “ilegales”. El BOE está para legalizarlo.
Se necesita otro Gobierno que lo recupere de los bolsillos de los corruptos, defraudadores y evasores a los que amnistíó el actual y ladrones que pululan con
toda impunidad por el país; de los bancos salvados con nuestro dinero.
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