Un recuerdo
de infancia es el de que en los pueblos y aldeas de España era frecuente ver a
las mujeres campesinas de una cierta edad vestidas de negro y con un pañuelo
negro cubriendo la cabeza o quizá protegiendo la cara del sol. Eran épocas donde
el moreno, al revés que ahora, no era síntoma de holganza sino de trabajo en el
campo. La tez blanca indicaba o que no se trabajaba o se hacía en una oficina
que se consideraba un trabajo de mayor calidad.
Pero
también había un cierto aire de secuestro en ese pañuelo y esa vestimenta negra
con la que se sepultaba a las viudas con independencia de su edad, algo que
resultaba más triste cuando se trataba de una mujer joven que hubiera perdido a
su marido en la mar.
Tampoco era
tan lejano ese tiempo donde las mujeres no podían salir solas a la calle - ¡ni
siquiera para ir a misa! - si no eran acompañadas por sus “dueñas” que las
protegían del peligro del sexo que siempre acechaba procurando la pérdida de su
alma eterna e inmortal bajo la presión negativa de un ideario religioso secuestrante
de su libertad como personas.
En mis años
universitarios en Santiago recuerdo a grupos
de inglesas y norteamericanas
jubiladas y viudas, no había ni un solo varón, bajando de sus autobuses para
visitar la ciudad. Entonces la ostentosidad multicolor de sus vestimentas que
despedían alegría de vivir, no sé si para matar la tristeza de la viudedad o
para celebrarla, contrastaba con las aborígenes de negro.
Esa
generación de mujeres fue extinguiéndose por razones vegetativas. Supongo que
la educación recibida las había dejado lo suficientemente alienadas como para
no permitirles utilizar ropa más alegre. Sus hijas, ¡viva la libertad!, no estuvieron
dispuestas a seguir tan triste sino. Hoy aunque aún existen en algunos pueblos es
raro encontrar a esas “mujeres de negro”.
Acabo de
regresar de Munich. Una vez más me ha impresionado ver a mujeres jóvenes “pastoreadas”
por una “dueña” bajo unas vestimentas negras que las cubren de pies a cabeza. ¿Es
una exigencia religiosa o sólo una forma “tolerada” de esclavitud machista? Sea
lo que sea y aunque se disfrace de “tradición cultural o religiosa” es
igualmente insoportable.
Hay “tradiciones”,
“culturas” y “religiones” que se deben ilegalizarlas con más urgencia cuanto
más antiguas sean por atentar contra la libertad. Con esa antigüedad bastante
daño hicieron ya durante siglos como para permitirlas ni un segundo más. Y nadie
diga que el derecho a la libertad incluye el “derecho a renunciar libremente la
libertad”. Estas paradojas no tienen cabida. Es ilegal que nadie renuncie a su
libertad “firmando libremente un contrato de esclavo”.-
Prohibir
determinada vestimenta se hace en muchos países donde sus ciudadanos viven
alienados bajo prejuicios religiosos convertidos en leyes. Por esa misma razón
deben prohibirse esas vestimentas, obligatoria en esos otros países privados de
libertad y democracia, en los nuestros donde se respeta la libertad de las
personas porque atentan contra su propio respeto.
Es tan
insufrible ver a una persona circulando en pelotas como ver a otra secuestrada bajo
un capisayo negro incluida la cobertura del rostro, sobre todo cuando más joven
sea porque eso implica un futuro con más años de secuestro. Esa vestimenta es
además una deslealtad y falta de respeto a los demás que con el rostro al aire
libre mostramos con él nuestra alma.
Las normas
de educación no se escriben; se enseñan de viva voz y se respetan. Si no se
respeta ese pacto, las normas de educación se deben convertir en reglamentos y
leyes.
Por la
misma razón por la que nuestras leyes declaran ilegal la poligamia - se
considera un atentado a la dignidad de la mujer - se deberían declarar ilegal esas
vestimentas negras de pies a cabeza y ¡sin perder ni un segundo!, las que
incluyen el rostro tapado.
Si alguien
reivindica “sus creencias” para exigir respeto la respuesta es la misma; nosotros
tenemos “nuestras creencias” y puestos a elegir las nuestras prevalecen sobre las
suyas: poligamia y secuestro textil de las mujeres deben ser igualmente
ilegales por “divinos” que sea el mandato y por la misma razón: las
consideramos un atentado a la dignidad de las personas, sean mujeres o varones.
Y si se
alega que eso recluiría a las mujeres en sus casas aumentando su esclavitud da
lo mismo. Sus “viriles” padres, maridos y hermanos tendrán que elegir entre respetar
“nuestras creencias” o tener que hacer ellos ¿con mengua de su virilidad? todas
esas tareas domésticas que consideran propias de “seres inferiores en su
dignidad” como son las mujeres. ¡Ya está bien!
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