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2 sept 2015

Mujeres de negro

Un recuerdo de infancia es el de que en los pueblos y aldeas de España era frecuente ver a las mujeres campesinas de una cierta edad vestidas de negro y con un pañuelo negro cubriendo la cabeza o quizá protegiendo la cara del sol. Eran épocas donde el moreno, al revés que ahora, no era síntoma de holganza sino de trabajo en el campo. La tez blanca indicaba o que no se trabajaba o se hacía en una oficina que se consideraba un trabajo de mayor calidad.
Pero también había un cierto aire de secuestro en ese pañuelo y esa vestimenta negra con la que se sepultaba a las viudas con independencia de su edad, algo que resultaba más triste cuando se trataba de una mujer joven que hubiera perdido a su marido en la mar.
Tampoco era tan lejano ese tiempo donde las mujeres no podían salir solas a la calle - ¡ni siquiera para ir a misa! - si no eran acompañadas por sus “dueñas” que las protegían del peligro del sexo que siempre acechaba procurando la pérdida de su alma eterna e inmortal bajo la presión negativa de un ideario religioso secuestrante de su libertad como personas.
En mis años universitarios en Santiago recuerdo a grupos  de inglesas y  norteamericanas jubiladas y viudas, no había ni un solo varón, bajando de sus autobuses para visitar la ciudad. Entonces la ostentosidad multicolor de sus vestimentas que despedían alegría de vivir, no sé si para matar la tristeza de la viudedad o para celebrarla, contrastaba con las aborígenes de negro.
Esa generación de mujeres fue extinguiéndose por razones vegetativas. Supongo que la educación recibida las había dejado lo suficientemente alienadas como para no permitirles utilizar ropa más alegre. Sus hijas, ¡viva la libertad!, no estuvieron dispuestas a seguir tan triste sino. Hoy aunque aún existen en algunos pueblos es raro encontrar a esas “mujeres de negro”.
Acabo de regresar de Munich. Una vez más me ha impresionado ver a mujeres jóvenes “pastoreadas” por una “dueña” bajo unas vestimentas negras que las cubren de pies a cabeza. ¿Es una exigencia religiosa o sólo una forma “tolerada” de esclavitud machista? Sea lo que sea y aunque se disfrace de “tradición cultural o religiosa” es igualmente insoportable.
Hay “tradiciones”, “culturas” y “religiones” que se deben ilegalizarlas con más urgencia cuanto más antiguas sean por atentar contra la libertad. Con esa antigüedad bastante daño hicieron ya durante siglos como para permitirlas ni un segundo más. Y nadie diga que el derecho a la libertad incluye el “derecho a renunciar libremente la libertad”. Estas paradojas no tienen cabida. Es ilegal que nadie renuncie a su libertad “firmando libremente un contrato de esclavo”.-
Prohibir determinada vestimenta se hace en muchos países donde sus ciudadanos viven alienados bajo prejuicios religiosos convertidos en leyes. Por esa misma razón deben prohibirse esas vestimentas, obligatoria en esos otros países privados de libertad y democracia, en los nuestros donde se respeta la libertad de las personas porque atentan contra su propio respeto.
Es tan insufrible ver a una persona circulando en pelotas como ver a otra secuestrada bajo un capisayo negro incluida la cobertura del rostro, sobre todo cuando más joven sea porque eso implica un futuro con más años de secuestro. Esa vestimenta es además una deslealtad y falta de respeto a los demás que con el rostro al aire libre mostramos con él nuestra alma.
Las normas de educación no se escriben; se enseñan de viva voz y se respetan. Si no se respeta ese pacto, las normas de educación se deben convertir en reglamentos y leyes.
Por la misma razón por la que nuestras leyes declaran ilegal la poligamia - se considera un atentado a la dignidad de la mujer - se deberían declarar ilegal esas vestimentas negras de pies a cabeza y ¡sin perder ni un segundo!, las que incluyen el rostro tapado.
Si alguien reivindica “sus creencias” para exigir respeto la respuesta es la misma; nosotros tenemos “nuestras creencias” y puestos a elegir las nuestras prevalecen sobre las suyas: poligamia y secuestro textil de las mujeres deben ser igualmente ilegales por “divinos” que sea el mandato y por la misma razón: las consideramos un atentado a la dignidad de las personas, sean mujeres o varones.

Y si se alega que eso recluiría a las mujeres en sus casas aumentando su esclavitud da lo mismo. Sus “viriles” padres, maridos y hermanos tendrán que elegir entre respetar “nuestras creencias” o tener que hacer ellos ¿con mengua de su virilidad? todas esas tareas domésticas que consideran propias de “seres inferiores en su dignidad” como son las mujeres. ¡Ya está bien!

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