Era 1956; aparte de los lectores no nacidos los demás
éramos jóvenes; yo acaba de ingresar en la universidad lleno de esperanza en
que un mundo mejor era posible.
Tras un
famoso discurso de Kruschev criticando el culto a la personalidad propio del
estalinismo se creó el sentimiento de que era posible escoger una vía más
independiente de «socialismo local, nacional». La revuelta en Poznam demostró
lo contrario. La represión fue hecha por el propio ejército polaco aunque bajo
las órdenes de un general soviético. Poco después hubo un nuevo intento
de los húngaros el 23 de octubre. A una inicial protesta estudiantil se le
sumaron muchas personas en su camino hasta el Parlamento. La delegación que
pretendió publicar en la radio sus propuestas fue detenida. Sus compañeros
reclamaron su libertad y se produjeron los primeros disparos. La protesta se
extendió por todo Budapest con violencia y desórdenes pero también leyendo unos
versos de Petofi; se extendió a toda Hungría y acabó con el gobierno.
¡Estábamos encantados!
Al
frente del nuevo gobierno se puso al Sr. Nagy; disolvió la policía política
muchos de cuyos miembros habían sido asesinados; prometió elecciones libres y
abandonar el pacto de Varsovia. En una semana la normalidad era total. ¡No
podíamos creerlo! ¿Podríamos nosotros?
Por aquellas
fechas había una división en occidente por la nacionalización del Canal de Suez.
Quizá eso animó a la URSS a intervenir. El 4 de noviembre entraban los carros
de combate y el día 10 había terminado todo. Unos 25.000 húngaros y menos de un
millar de soviéticos murieron en la intervención. ¿O empezaba todo?: la
represión condujo al exilio a 200.00 refugiados húngaros.
Días antes,
el 25 de mayo naciera un niño Vicktor Orban. Sin duda era demasiado pequeño para
recordar nada pero hoy, como primer ministro es demasiado grande para
ignorarlo. Su reacción ante el exilio de los sirios que huyen no de una
revolución fallida en pocas semanas sino tras una guerra sin fin de varios años
ha sido la contraria a la que benefició a tantos paisanos suyos: levantar
vallas para impedir a los refugiados que crucen su país, ¡nadie quiere quedarse
en él! para llegar a países más civilizados por cumplidores de sus compromisos
internacionales. Si la visión del niño ahogado ha llegado a conmover a parte de
nuestro gobierno, con el Sr. Orbán se han alineado los demás.
En el
reportaje de las noticias de la Sexta intercalaba imágenes de la huida de los
españoles tras el triunfo del fascismo en España en 1939. Las de la huida de
refugiados sirios por los campos de Hungría nos muestran idénticos gestos, idéntica,
idéntica desolación, idéntica impotencia en el mismo llanto de los padres ante
el de sus hijos asustados que no entienden qué pasa ni por qué pasa. El llanto
de esa mujer mayor que hoy se ve en el recuerdo de los mismos hechos que se vio
obligada a protagonizar para huir del fascismo totalitario que había acabado
con la democracia republicana en su país estremece a cualquier ser humano. No
así al ministro húngaro, ni al español que - si lo fuera de Franco no lo haría
mejor - asocia a los huidos de la barbarie de la dictadura con delincuentes, ni
al político del PP que heredero ideológico del franquismo insiste en lo mismo.
¿Cuánta gente así hay?
Derruido el
muro de Berlín los judíos nos avergüenzan por impedir el regreso de los 4 millones
de refugiados que huyeron de Palestina para conservar su vida y porque para un “pacífico”
atropello de los derechos humanos han levantado un muro para separarse de sus
víctimas; el Sr. Orbán agrava el calvario de las víctimas de la dictadura sirio
levantando un muro; nosotros ¿hacemos algo diferente en Melilla con pelotazos “legales
“ y devoluciones en caliente “legales”?;
un candidato a Presidente de los USA pretende hacer lo mismo en los terrenos
robados a México. ¿Hasta dónde vamos a llegar?
Si el Sr. Orban
levanta un muro por el Sur ¿no sería oportuno rodear toda Hungría con un muro? Si
el muro es su visión de la Unión Europea deberíamos terminar su tarea y levantar un muro en toda la frontera, pero supongo que los húngaros, como nos pasa a los españoles, no se sienten representados por el gobierno que, para su desgracia, han elegido.
No queremos
gente así ni en España ni en Hungría participando en el Gobierno de la Unión
Europea. Queremos una Unión Europea donde gente de esta calaña pueda ser
sancionada y privada de sus derechos,
¡al menos a votar en lo que tenga que ver con el resto de los europeos que no
hemos tenido oportunidad de votar para que no saliera elegido!
Qué
triste es ver la validez de la conseja: “no pidas a quien pidió, ni sirvas a
quien sirvió!
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