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27 nov 2014

FRATERNIDAD (III/III)

La pereza en el invento de las palabras ha conducido a que haya palabras polisémicas. As´çi cuando hablamos de FRATERNIDAD ¿de cuál hablamos? ¿De la que tuvieron Caín y Abel? ¿De la de Alfonso VI con sus hermanos? ¿De la del bastardo Enrique de Trastámara con su hermano el Rey Pedro I? ¿De la de Jacob con Esaú? Evidentemente no. Todas fueron bastante inmundas.
Al hablar de FRATERNIDAD queremos referirnos a una actitud de LEALTAD que se supone que existe entre hermanos, que es más propicia a la disculpa que a la exigencia, que permite el error sin proponer el castigo, que saber ser indulgente incluso con el hermano empecinado y recalcitrante.
Se habla de FRATERNIDAD porque entre hermanos suele haber más tendencia a la LEALTAD. Sin embargo suele haber más FRATERNIDAD entre quienes voluntariamente se proponen esa actitud que entre los hermanos “de sangre” por decirlo en términos clásicos. Como se suele decir “a los amigos se los elige mientras que la familia es la que te toca”. Pero el error en la elección existe
Por eso cabe encontrar más esa LEALTAD que es el elemento básico de la FRATERNIDAD entre los amigos que se plantean un objetivo común que entre los hermanos a los que siempre la herencia acaba enfrentando, sobre todo cuanto más ridícula sea, como sabe cualquier juez.
Esa FRATERNIDAD nace de un voluntario y libre compromiso de LEALTAD que va mucho más allá del cumplimiento de las normas de los Estatutos comunes por los que hayan acordado regir sus relaciones. Se suele decir “el hombre justo está por encima de las ley”. Esta expresión no quiere decir que él pueda incumplir las leyes sino todo lo contrario: que su exigencia personal de LEALTAD consigo mismo hace que la exigencia de las leyes sea muy inferior a la que él se pide.
La LEALTAD va pues, mucho más allá del respeto a la Ley y al Estatuto pactado de modo voluntario entre personas libres ; incluye también el respeto a las normas justas porque se trata de un planteamiento ÉTICO.
Tiene su mejor expresión en el ejercicio de la abogacía en ONG donde, muchas veces con total gratuidad, ofrece su atención a quienes por sus circunstancias personales de carácter económico no puede permitirse que su derecho sea protegido por el mejor abogado de la parroquia.
Ese abogado “voluntariamente gratuito”, o al menos no oneroso que hay en tantas ONG tiene la ventaja de tener una actitud de FRATERNIDAD hacia la infortunado víctima del abuso del poder - y ya se cuentas las víctimas por millares a todos los niveles - FRATERNIDAD compatible con la LEALTAD que tienen a las normas que rigen la convivencia. Estos abogados sólo defienden a la víctima cuando son conscientes de que ha sido víctima de un atropello. Porque no trabajan por dinero sino por verdadera FRATERNIDAD su primer deber de LEALTAD con su FRATER, su hermano, es disuadirle en su reclamación cuando consideran que no tiene derecho.
Erró Gallardón, y parece que su sucesor lleva camino de seguir errando, cuando impuso unas tasas para disuadir a las víctimas de que reivindiquen su derecho a un trato LIBRE IGUAL Y FRATERNO de la justicia. ¿Cómo se puede ser tan villano?
Por otra parte, eso es lo único que cabe esperar del actual régimen. Un régimen que no es otra cosa que una dictadura monárquica. Un régimen que es heredero de una sangrienta dictadura militar construida sobre un genocidio previo. Un régimen que sigue empeñado en que los hombres (mujeres o varones) sigamos siendo súbditos sin permitirnos ser ciudadanos libres.
El rojo de la púrpura regia, atributo de la realeza, no es púrpura; es la sangre de las víctimas que adornan su inmaculada honradez republicana; porque, mal que le pese, es en los ciudadanos donde “reside toda la soberanía de donde emanan todos los poderes del Estado”, como con falsedad dice el art. 1.2,CE78. El Jefe del Estado no procede de la soberanía ciudadana - algo que su personal ética rechaza - sino del genocidio del dictador militar que engendró está monarquía de sus entrañas. Pero la República llegará y más le valdría al dictador monárquico colaborar en su llegada que oponerse, activa o pasivamente, a que llegue. El trato que recibirá será distinto en cada caso:
En el primero se le podrá perdonar haber aceptado una herencia inicua si aceptara irse.
En el segundo se hará acreedor, como su abuelo, al trato que merecen quienes dedican todo su esfuerzo a impedir que sea realidad en España que “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común”, como consta en el artículo primero de la “Declaración Universal de los Derechos del Hombre (mujer o varón) y el Ciudadano (mujer o varón)”, porque eso no está bien.

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