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20 feb 2017

Un problema mal planteado: (3) ¿Dos tramposos?

                Algunos representantes de los ciudadanos, en el Parlamento catalán y en el Congreso de los Diputados, denuncian no sin fundamento que los dos gobiernos electos por ellos están encantados. Sin ponerse de acuerdo distraen a sus votantes en sus predicaciones desde el púlpito del poder legislativo o del ejecutivo con declaraciones altisonantes vacías de contenido para no dar trigo, que es para lo que se les como representas de los ciudadanos soberanos.
                Si la consulta no vinculante implica la pregunta: “¿quieren Vd., ciudadanos catalanes, que Cataluña y Vds. mismos sigan siendo parte de España o no?” los únicos que pueden contestarla son los ciudadanos catalanes. Por el contrario si la pregunta fuera “¿quieren Vd., ciudadanos españoles, que Cataluña y sus ciudadanos catalanes sigan formando parte de España o no?” quienes tendrían que contestar a esa consulta serían todos los españoles.
                El problema de esta segunda pregunta es que no se puede hacer. Lo prohíbe el art. 11.2 CE78: “Ningún español de origen podrá ser privado de su nacionalidad”. Aunque la mayoría de los españoles, por supuestos incluidos los catalanes, votara a favor en contra no se les podría privar de su nacionalidad española que, no obstante, pueden perder si la solicitan.
                Supongamos que tuviéramos un Gobierno inteligente que autorizara el referendum y la primera pregunta. Ley Orgánica 2/1980 que regula las distintas modalidades de referéndum  dice en su art. 3.1: “El Real Decreto de convocatoria contendrá el texto íntegro del proyecto de disposición o, en su caso, de la decisión política objeto de la consulta; señalará claramente la pregunta o preguntas a que ha de responder el Cuerpo electoral convocado y determinará la fecha en que haya de celebrarse la votación, que deberá producirse entre los 30 y los 120 días posteriores a la fecha de publicación del propio Real Decreto.
Sobre este punto debió producirse la discusión inteligente entre los dos gobiernos, el de la Autonomía catalana y el del Estado español. Fue imposible porque quienes sólo tienen torpeza y ánimo de contender nunca podrán tener una discusión inteligente. Tras las últimas elecciones siguen los mismos. ¿Qué cabe esperar?: más torpeza hasta el infinito.
                Una formulación básica de la pregunta sobre cuyos términos cabe una discusión inteligente podría ser: “¿desea Vd. dejar de ser ciudadano español y por lo tanto ciudadano de la UE para serlo del Condado de Cataluña/ de la República de Cataluña independiente?”. Cumple con el requisito de ser clara al incluir  las consecuencias que ipso facto generaría su aprobación. No obstante, al no ser vinculante tendría que ser refrendada por el Parlamento de acuerdo con el propio Estatuto según dice el art. 10 LO 2/1980: “ art. 152.2 de la Constitución requerirá previamente el cumplimiento de los trámites de reforma establecidos en ellos o, en su defecto, de los que fueran precisos para su aprobación, debiendo ser convocado en el plazo de seis meses desde el cumplimiento de los mismos.
                Analicemos la composición del Parlamento de Cataluña. Dada la proporción relativa de los partidos que representan a los ciudadanos catalanes y su postura sobre la independencia de Cataluña del resto de España es evidente que el Parlamento catalán no refrendaría la consulta popular con la mayoría de 2/3 que exige el Estatuto que se dieron a sí mismos. Por lo tanto es previsible que el propio Parlamento no validara el referéndum supuesto que hubiera mayoría a favor de la independencia. Siendo así las cosas cualquier persona está obligada a preguntarse ¿cómo es posible que ambos gobiernos fueran tan torpes como para enzarzarse en una pendencia tan estéril? Su primer fruto ha sido el despilfarro de recursos públicos. Además la politización de la justicia, la producción de torpes sentencias judiciales, la creación de una crispación social tan irracional como perjudicial y fruto conjunto de todo ello la desatención a las necesidades elementales de la ciudadanía?
                Lo avanzábamos el otro día: que nuestros políticos no son inteligentes es algo fuera de discusión; que sean “listos” es decir “corruptos” también. En este caso la corrupción consistió en distraer nuestra atención y centrarla en sembrar la cizaña de sentimientos malvados que no existen en la inmensa mayoría de los españoles no catalanes ni en la de la mayoría de los catalanes, quieran o no seguir siendo españoles. Una cizaña que, no obstante, ha dado sus frutos, aunque felizmente pocos: hoy hay más españoles no catalanes que se sienten anticatalanistas y más catalanes, independentistas o no que se sienten más antiespañolistas. Pero cada vez, se ha visto en las últimas elecciones, la gente esta más harta de esos políticos.
                Esta realidad innegable obliga a plantear otra pregunta: ¿cómo es posible que los sembradores de estas cizañas cada uno en su campo propio sigan siendo todavía la fuerza más votada por los ciudadanos de sus respectivas circunscripciones? La primera explicación, más amable es la de la inercia; la segunda, no es tan halagadora para los ciudadanos que los hemos votado. Quizá la torpeza no resida tanto en nuestros representantes como en nosotros mismos que los elegimos. Ellos lo único que hacen es representarnos con corrección, puesto que la torpeza es nuestra nos representan torpemente.
                Nínive se hubiera salvado si existiera un justo. La maldición divina continua: España se hubiera salvado si hubiéramos tenido un justo pero la cosecha ha sido sólo torpes y corruptos.  Juan de la Encina decía hace medio evo: “Triste España sin ventura / todos te deben llorar / Despoblada d'alegría / para nunca en ti tornar.”

                Gran parte de nuestro futuro está en nuestras manos. Cada vez que podemos elegir a quien nos represente.  Sólo necesitamos reflexionar. Dejémonos de votar a los “listos” que siempre acaban siendo “corruptos”. Ellos, ¿cabe alguna duda?, buscan su beneficio a costa de nuestro perjuicio. Y para mayor INRI vemos cada día como se salen de rositas de los tribunales.

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