Cuando hice
la milicias universitarias como alférez en el ejército franquista un día que estaba
de guardia con un brigada y un sargento nos trataron mal en la cafetería. Pedí
la hoja de reclamaciones y la firmamos: yo en primer lugar, luego el brigada y finalmente
el sargento como correspondía al orden de nuestro rango. Al día siguiente me
llamó el capitán y me dijo que
tramitaría nuestra queja a los concesionarios de la cafetería porque el trato
había sido incorrecto. También me dijo que jamás volviera a firmar una
reclamación con un brigada y un sargento. Me justifiqué diciendo que “firmamos por orden de categoría”. ”Sí, eso está bien, concedió, pero Vd. es un oficial y ellos son
suboficiales”. Me quedé callado, yo creía que todos éramos personas iguales
con distintas competencias, pero no dije nada. “Ya comprendo que Vds. los de milicias tienen un punto de vista civil,
pero esto es el ejército y la jerarquía es un elemento fundamental de la
disciplina”. Prometí no olvidarlo.
Leo en el periódico que un teniente ¿presuntamente
rijoso? ha llamado “puta” y “zorra” a una sargenta y que ésta lo ha
denunciado ante un tribunal militar. En el juicio militar que ha analizado lo
sucedido no han sancionado ni al teniente ni a ella, y eso que ella sólo era
suboficial.
La noticia
sigue comentando los hechos: el teniente “la
cogió por la cintura y le dijo estás dura como una puta”. Eso al tribunal
militar le pareció bien y que no afectaba no digo yo a la dignidad que tiene la
sargento como persona sino a aquel “elemento
fundamental del ejército que era la disciplina” que me recordara mi
capitán.
Las
opiniones del tribunal siguieron en la misma línea de defensa de los derechos
fundamentales de las personas que por ser fundamentales o se evaporan porque
alguien se pongan un uniforme pero ignorando aquel “elemento fundamental de la disciplina” cuando el teniendo
dirigiéndose a un cabo, que ese al fin y al cabo sólo es clase de tropa le dijo
“te voy a meter el flequillo por el culo”.
El tribunal que juzgó estos hechos tampoco parece que
afecten ni la dignidad de las personas, ni a aquel famoso “elemento fundamental de la disciplina” cuando justificó el
comportamiento del teniente diciendo que “no
hubo ninguna solicitud ni insinuación de contenido sexual” ni siquiera
cuando le dijo “tu sigue llevando el
canalillo es que no te vendes bien con
ese cuerpo”. En ninguna de estas expresiones vio el tribunal militar -
¡Santa Lucía les conserve la vista! - no
una falta de respeto a cualquier persona por el hecho de serlo, algo que parece
que no tiene demasiado valor como derecho fundamental digno de ser protegido en
este ejército borbónico.
El tribunal
tampoco vio en estos hechos una situación de abuso de superioridad que intimida
al inferior cuando explicó lo sucedido diciendo que la sargento: “no daba muestra con su actitud de sentir
esa sensación de humillación o degradación grave antes bien solía seguir el
cuento al teniente en sus bromas” ¿Acaso estaba presente el tribunal cuando
sucedieron los hechos? ¿O es que considera que probablemente si la sargento presentó
una denuncia contra el teniente fue porque todo lo sucedido era tan divertido
quiso compartirlo con más compi-yoguis militares y para “seguirle las bromas al teniente lo denunció pero sólo para que ahora
delante de un tribunal de jueces militares bromistas ellos como el teniente también
pudieran participaran de las bromas del teniente y se divirtieran todos
incluida la sargento denunciante”?
Sin duda para sumarse a esa diversión fue para lo que
los jueces bromistas decidieron explicarlo todo para los que no son capaces de
entendero: “existía entre ambos una
relación que iba más allá de la estrictamente profesional” como cabe
deducir de forma clara e inequívoca ¿o habría que decir “ostentórea”? del hecho
de que la sargento presentara una denuncia contra el teniente.
El remate de la broma de los jueces militares
bromistas o de los militares jueces bromistas o de los bromistas jueces
militares o lo que fueran, constituye un detalle de coherencia e imaginación
del tribunal de jueces bromistas que merecería que les dieran a todos las
medallas de “Pompof y Teddy” eso sí con distintivo blanco porque no es un acto
de guerra, cuando añade: “la supuesta
amistad diluye esa connotación ofensiva”.
Es decir,
no se necesita que exista amistad, basta con que exista una supuesta amistad
para que se diluya esa connotación ofensiva. ¿En qué quedamos?, ¿no eran unas bromas que el gastaba el
teniente a la sargento o a las que ella le seguía el cuento?
Lo sucedido
me ha dejado perplejo. No deja de sorprender que las sargentas de este ejército
borbónico se dedique a denunciar a los tenientes amigos que no les ofenden con
sus bromas porque tienen una relación que va más allá de la estrictamente
profesional?
Quizá el
tribunal debió haber sancionado a la sargento. De los hechos se deduce de modo
objetivo “que la sargento, ¡una simple
suboficial!, con su denuncia abusó de la buena fe de un superior - ¡nada menos
que un oficial! - cuando el pobre lo único que hacía era que le gastaba bromas
exentas de todo contenido o insinuación sexual
dentro de un acto de confraternización con una inferior subalterna para crear un ambiente de camaradería fruto
de una presunta amistad que hacía que su relación fuera más allá de la estricta
profesional lo que diluye toda connotación ofensiva”.
De todos modos no cabe descarta que el teniente fuera
un rijoso que abusaba de su situación de superioridad con la sargento gastando bromas propias de los burdeles que
presuntamente frecuentaba dada su capacidad de saber cómo de duras son las
putas. ¿Se atrevería a decirle eso a una teniente coronel del ejército? ¿Y
a darle una palmadita amable en su culito diciéndole “pero que culo prieto de putita joven tienes todavía mi teniente
coronel”?
En el ejército franquista no se permitían esas
bromas. Sin duda le hubiera gustado mucho a uno de mis compañeros que se
permitieran. Cuando veía pasar a un teniente decía, no sé si para
escandalizarnos o porque lo sentía realmente: “pero que culito tan prieto tiene el teniente”. Quizá al terminar el
campamento cuando ya fuera alférez, es decir tan oficial como el teniente, se
hubiera animado a hacerlo. Pero no lo hizo. Yo creo que fue una buena decisión.
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