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18 feb 2017

Un problema mal planteado (1) ¿Discusión o pendencia?

             La discusión es algo sano si fuera discusión. La RAE la define como “análisis o comparación de los resultado de una investigación a la luz de otros existentes o posibles”.
También define “pendencia” como la “contienda, riña de palabras o de obra” y aunque si seguimos investigando en el diccionario acabamos llegando a una información circular porque contienda es: “lidia, pelea, diña, batalla, disputa, discusión, debate” aunque o sean del todo sinónimos. Parece claro que la definición de discusión es la actitud más inteligente entre dos partes que analizan unos mismos textos y comparan los resultados de su investigación jurídica sobre ellos a la luz de otros resultados precedentes que los analizaron. Así se pueden llegar a conclusiones que precedentemente no se pudieron alcanzar porque se carecía de estos nuevos resultados o análisis. Naturalmente eso exige no partir de cuestiones dogmáticas ni convertir acuerdos previos en dogmas porque la esencia de todo acuerdo es ser modificable.
                La llamada “cuestión catalana” parece más una pendencia que una discusión. No seré yo, nadie me ha dado esta atribución, quien decida quién de modo más necio o empecinado se ha encargado de impedir esa discusión que permitiera el análisis o comparación” que es su esencia partiendo de una posición dogmática irreductible que conduce al pleito ignorando la maldición de la gitana “más vale un mal acuerdo que un buen pleito”.
                Pero como todo el mundo puedo dar mi opinión respecto al erróneo planteamiento de todo lo que se ha hecho desde el principio en esta cuestión. En primer lugar según dice el art. 149.1.32.ª el Gobierno podría haber autorizado una consulta popular por la vía del referendo. Que no la aceptara, aunque habría que preguntarse si se pidió esa autorización o la negativa llegó antes, fue una torpeza absoluta. Que un político se niegue a conocer que opinan sus representados, porque su opinión no es vinculante!, identifica a un necio, no a un político.
Es necedad es el fruto de no creer en la primera parte de lo que dice el art. 1.2 CE78: “La soberanía reside en el pueblo español de donde emanan todos los poderes del Estado” (art. 1.2 CE78). La segunda ya sabemos que es una falsedad. El poder del Jefe del Estado emanó digitalmente del dictador el General Franco que nombró digitalmente a D. Juan Carlos I, fruto del que se engendró genitalmente el nombramiento de D. Felipe VI. Todo el mundo sabe que en la sucesión de hechos rige la doctrina de “los frutos del árbol podrido” en cuya virtud lo que inicialmente estaba podrido, la dictadura militar lo estaba, sólo transmite podredumbre.
El régimen actual no es una democracia. Este es una afirmación error que hay en algunas decisiones judiciales fruto de la incapacidad política del poder ejecutivo ¿o del legislativo? al convertir en judicial la solución de un problema político por un dogmatismo que revela su incapacidad política intelectual o por falta de buena voluntad para resolverlo.
El fruto podrido son afirmaciones objetivamente falsas como una reciente del TC: “en una concepción democrática del poder no hay más legitimidad que la legalidad constitucional, pues ésta se funda en el respeto a la democracia y sus valores” que es inaplicable en España porque la legalidad constitucional bajo la que vivimos no es democrática.
La esencia de la democracia representativa, es de la que implícitamente se habla si no se adjetiva la democracia, nace dl principio de la igualdad del ciudadano ante la ley a la hora de elegir a quienes han de ser sus representantes. Ésa igualdad no existe en la Ley electoral que burla el art. 14 CE78 y hace que el valor del voto de un ciudadano en Teruel o Soria, las provincias menos pobladas de España, ¡no digamos ya el caso excepcional de Ceuta y Melilla!, vale aproximadamente el 300 % el de un ciudadano de Madrid, la provincia más poblada.  
Dicha Ley en inconstitucional, diga lo que diga el TC para justificar lo injustificable los hechos son hechos. El fruto de ese árbol podrido de la desigualdad ante la ley es un poder legislativo podrido, al menos democráticamente hablando, del que nace otro fruto igualmente podrido, al menos democráticamente hablando, que es el poder ejecutivo. Y digo “al menos democráticamente hablando” porque el fraude en las elecciones que ha llevado al poder de modo corrupto a políticos que, al ser su fruto, también son corruptos es un injerto no democrático que convierte a todo el sistema en no democrático por corruptamente no representativo.
Pero la esencial falta de democracia está en la Constitución que es inconstitucional porque atropella el art. 14 CE78 de igualdad ante la ley al consagrar ¿inconstitucionalmente? en el Título II la desigualdad, con pretensiones de que sea “per vitam aeternam” que ya hay que tener “tupe”, como diría un castizo, a una familia frente a todos los demás ciudadanos. Un injerto que nunca fue votado sino que se metió de matute porque votáramos lo que votáramos, a favor o en contra de la CE78 el Jefe del Estado seguiría siendo el mismo que nombró Franco y sólo y exclusivamente por esa razón. Las recientes declaraciones de la decisión del Presidente Suárez de no someter a referéndum monarquía vs. república sólo demuestran el dolo de este montaje. Se sabía que iba a salir república y el dolo consistió en no querer que la verdad emergiera. Esa verdad que dice el evangelio “nos hubiera hecho libres”.
El fruto es evidente. El actual sistema político es una podrida dictadura monárquica hereditaria parlamentaria - ¿no hubo también un Parlamento en la España de Franco - porque era de él y no nuestra - en la Arabia Saudí o en el Irán o en Cuba y Corea del Norte? El concepto “parlamentario” es distinto del de “democracia”. Hubo parlamentos bajo Luis XIV, el de L’etat c’est moi”, cumbre de la dictadura monárquica, los hubo en la URSS, pero no había democracia.  Naturalmente los corruptos partidarios de la dictadura militar repetían el de “vivimos en una democracia orgánica”; sus colegas partidarios de la dictadura monárquica repiten el mantra de “vivimos en una democracia” y han conseguido engañar a los ciudadanos no muy educados en la reflexión.

¿Por qué se avergüenzan de reconocer que vivimos bajo una dictadura monárquica? Nací bajo una dictadura militar que engendró esta dictadura monárquica. Toda mi vida he reconocido que vivo bajo una dictadura pero toda ella sigo esperando morirme bajo una democracia. ¿Cuál es el problema? Evidentemente el que llegue la democracia pero con el fraude de decir que ya la tenemos nunca llegará. Dejémonos de engaños. Se puede soportar el atropello a la democracia pero como se dice en Galicia no se puede soportar que “mexen por riba de nos e ainda teñamos que decir que chove” (que meen sobre nosotros y aún tengamos que decir que llueve”. No llueve: este sistema es una dictadura monárquica. De insistir en decirlo vienen todos los males: “los frutos del árbol podrido” nace de decir mentiras.

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