La discusión es algo sano si
fuera discusión. La RAE la define como “análisis
o comparación de los resultado de una investigación a la luz de otros
existentes o posibles”.
También define “pendencia”
como la “contienda, riña de palabras o de obra” y aunque si seguimos
investigando en el diccionario acabamos llegando a una información circular
porque contienda es: “lidia, pelea, diña,
batalla, disputa, discusión, debate” aunque o sean del todo sinónimos. Parece
claro que la definición de discusión es la actitud más inteligente entre dos partes que analizan unos mismos
textos y comparan los resultados de su investigación jurídica sobre ellos a la
luz de otros resultados precedentes que los analizaron. Así se pueden llegar a
conclusiones que precedentemente no se pudieron alcanzar porque se carecía de
estos nuevos resultados o análisis. Naturalmente eso exige no partir de
cuestiones dogmáticas ni convertir acuerdos previos en dogmas porque la esencia
de todo acuerdo es ser modificable.
La llamada “cuestión catalana”
parece más una pendencia que una discusión. No seré yo, nadie me ha dado esta
atribución, quien decida quién de modo más necio o empecinado se ha encargado
de impedir esa discusión que permitiera el análisis o comparación” que es su
esencia partiendo de una posición dogmática irreductible que conduce al pleito
ignorando la maldición de la gitana “más
vale un mal acuerdo que un buen pleito”.
Pero como todo el mundo puedo
dar mi opinión respecto al erróneo planteamiento de todo lo que se ha hecho
desde el principio en esta cuestión. En primer lugar según dice el art. 149.1.32.ª
el Gobierno podría haber autorizado una consulta popular por la vía del
referendo. Que no la aceptara, aunque habría que preguntarse si se pidió esa autorización
o la negativa llegó antes, fue una torpeza absoluta. Que un político se niegue
a conocer que opinan sus representados, porque su opinión no es vinculante!,
identifica a un necio, no a un político.
Es necedad es el fruto de no creer en la primera parte
de lo que dice el art. 1.2 CE78: “La soberanía reside en el pueblo español de
donde emanan todos los poderes del Estado” (art. 1.2 CE78). La segunda ya sabemos
que es una falsedad. El poder del Jefe del Estado emanó digitalmente del
dictador el General Franco que nombró digitalmente a D. Juan Carlos I, fruto
del que se engendró genitalmente el nombramiento de D. Felipe VI. Todo el mundo
sabe que en la sucesión de hechos rige la doctrina de “los frutos del árbol podrido”
en cuya virtud lo que inicialmente estaba podrido, la dictadura militar lo
estaba, sólo transmite podredumbre.
El régimen actual no es una democracia. Este es una
afirmación error que hay en algunas decisiones judiciales fruto de la incapacidad
política del poder ejecutivo ¿o del legislativo? al convertir en judicial la solución
de un problema político por un dogmatismo que revela su incapacidad política intelectual
o por falta de buena voluntad para resolverlo.
El fruto podrido son afirmaciones objetivamente falsas
como una reciente del TC: “en una
concepción democrática del poder no hay más legitimidad que la legalidad
constitucional, pues ésta se funda en el respeto a la democracia y sus valores”
que es inaplicable en España porque la legalidad constitucional bajo la que
vivimos no es democrática.
La
esencia de la democracia representativa, es de la que implícitamente se habla si
no se adjetiva la democracia, nace dl principio de la igualdad del ciudadano
ante la ley a la hora de elegir a quienes han de ser sus representantes. Ésa
igualdad no existe en la Ley electoral que burla el art. 14 CE78 y hace que el
valor del voto de un ciudadano en Teruel o Soria, las provincias menos pobladas
de España, ¡no digamos ya el caso excepcional de Ceuta y Melilla!, vale aproximadamente
el 300 % el de un ciudadano de Madrid, la provincia más poblada.
Dicha
Ley en inconstitucional, diga lo que diga el TC para justificar lo
injustificable los hechos son hechos. El fruto de ese árbol podrido de la
desigualdad ante la ley es un poder legislativo podrido, al menos
democráticamente hablando, del que nace otro fruto igualmente podrido, al menos
democráticamente hablando, que es el poder ejecutivo. Y digo “al menos democráticamente hablando”
porque el fraude en las elecciones que ha llevado al poder de modo corrupto a
políticos que, al ser su fruto, también son corruptos es un injerto no democrático
que convierte a todo el sistema en no democrático por corruptamente no
representativo.
Pero
la esencial falta de democracia está en la Constitución que es inconstitucional
porque atropella el art. 14 CE78 de igualdad ante la ley al consagrar ¿inconstitucionalmente?
en el Título II la desigualdad, con pretensiones de que sea “per vitam aeternam” que ya hay que tener
“tupe”, como diría un castizo, a una familia frente a todos los demás
ciudadanos. Un injerto que nunca fue votado sino que se metió de matute porque
votáramos lo que votáramos, a favor o en contra de la CE78 el Jefe del Estado
seguiría siendo el mismo que nombró Franco y sólo y exclusivamente por esa
razón. Las recientes declaraciones de la decisión del Presidente Suárez de no
someter a referéndum monarquía vs. república sólo demuestran el dolo de este
montaje. Se sabía que iba a salir república y el dolo consistió en no querer
que la verdad emergiera. Esa verdad que dice el evangelio “nos hubiera hecho libres”.
El
fruto es evidente. El actual sistema político es una podrida dictadura monárquica
hereditaria parlamentaria - ¿no hubo también un Parlamento en la España de
Franco - porque era de él y no nuestra - en la Arabia Saudí o en el Irán o en Cuba
y Corea del Norte? El concepto “parlamentario” es distinto del de “democracia”.
Hubo parlamentos bajo Luis XIV, el de L’etat c’est moi”, cumbre de la dictadura
monárquica, los hubo en la URSS, pero no había democracia. Naturalmente los corruptos partidarios de la
dictadura militar repetían el de “vivimos en una democracia orgánica”; sus
colegas partidarios de la dictadura monárquica repiten el mantra de “vivimos en
una democracia” y han conseguido engañar a los ciudadanos no muy educados en la
reflexión.
¿Por
qué se avergüenzan de reconocer que vivimos bajo una dictadura monárquica? Nací
bajo una dictadura militar que engendró esta dictadura monárquica. Toda mi vida
he reconocido que vivo bajo una dictadura pero toda ella sigo esperando morirme
bajo una democracia. ¿Cuál es el problema? Evidentemente el que llegue la
democracia pero con el fraude de decir que ya la tenemos nunca llegará. Dejémonos
de engaños. Se puede soportar el atropello a la democracia pero como se dice en
Galicia no se puede soportar que “mexen por riba de nos e ainda teñamos que decir
que chove” (que meen sobre nosotros y aún tengamos que decir que llueve”. No
llueve: este sistema es una dictadura monárquica. De insistir en decirlo vienen
todos los males: “los frutos del árbol podrido” nace de decir mentiras.
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