Test Footer


12 feb 2017

Populismo es reparto de la riqueza

                El objetivo de la vida de todo ciudadano es ser feliz. Partimos de unas condiciones que son íntimas de cada ciudadano y que pueden contribuir a que sea feliz o  infeliz. Sin duda los menoscabos físicos o psíquicos no aumentan la felicidad; para corregir estos defectos de la naturaleza tenemos la sanidad y la educación. Pero sin llegar a la ataraxia de ser feliz cumplidas nuestras expectativas a condición de no tenerlas contribuye a la felicidad tener un empeño razonable en lograr expectativas que igualmente resulten razonables.
Eso es posible siempre y cuando haya un cierta sanidad mental en el ciudadano y no esté dominada por la avaricia desbordante de un determinado “bien” que suele ser variopinto: desde la avaricia del dinero a la avaricia del poder pasando por la avaricia del sexo o por cualquier otra avaricia que no es más que un sentimiento estéril de expropiación al semejante.
Dice el evangelio que no por acumular más riquezas añades un día más a tu vida; no es cierto del todo. Con dinero tienes atención médica inmediata y en muchos casos el cáncer no llegue a ser irreversible y te dicen “no se puede hacer nada”. Claro que no se puede hacer nada ¡pero ahora!; cuando se podía haber hecho algo era antes, ¡que fue cuando no se hizo!
                De lo que se trata es de que cada uno con la salud que le haya tocado en gracia o haya contribuido a mantenerla o estropearla, tenga igualdad de oportunidades de conservarla. Hay gente que considera que los que maltratan su salud no tienen tanto derecho a ser atendidos por la sanidad tanto como los que han llevado una vida morigerada. Son insolidarios y farsantes. No se trata de premiar la virtud - para eso está la otra vida - sino de proteger la vida.
                La iglesia decía que los derechos del niño son superiores a los de su madre. Ante el dilema de que muera el niño o la madre en el parto matan a la madre porque ya ha temido su oportunidad de vivir para darle esa oportunidad al hijo. Aquí hay que aplicar una norma clásica de la justicia: “prius in tempo priori in iure”. No hay que confundir el derecho a una muerte digna con un sistema legal y obligatorio de reducir el número de pensionistas.
               El único criterio válido en la atención sanitaria, trasplantes incluidos, que casi nunca se da es el del orden de aparición en escena. No me refiero a las urgencias, cuya esencia es esa, sino a que el orden de aparición en escena de la necesidad exige una atención inmediata a cuyo servicio hay que poner todos los medios necesarios; no unos cuantos: los necesarios.
                Felizmente ya nadie se atrever a decir,  se decía cuando era joven: la propiedad es sagrada. Tampoco se dice que es un robo, sin duda un exceso de Proudhom porque lo que es un robo es su acumulación excesiva. ¿Y quién define el exceso? La falta de un reparto razonable que conduzca a que algunos estén privados de propiedad. Está bien eso de ser como los lirios del campo cuya belleza no se puede superar, pero tener garantizada el agua para seguir siendo bellos es lo único que exige la infinita mayor parte de la población. Los demás, unos pocos, lo que exigen es su derecho a apropiarse sin limites - bordeando o cruzando el límite de la ilegalidad - de todo lo que hay a su alrededor.
               Es populismo, es decir democracia, exigir el mejor reparto de la riqueza ¡que es atrozmente inadecuado. Las leyes establecen que los impuestos deben de ser progresivos para repartir mejor la riqueza. Es populismo, es decir, democracia, exigir que se cumplan las leyes. Los que “no nos representan” las violan “de facto” porque el sistema de impuesto es regresivo ¡ni siquiera lineal! “No nos representan”; representan a los que favorecen pagando menos impuestos de los que exige ley. Y así la propiedad acumulada, que era un instrumento práctico de ayudar a vivir, se convierte en  un robo dándole la razón a Proudhom.
                El mundo desborda de riquezas inútiles y acumuladas que perjudican a la mayoría: su existencia no crea riqueza, la consume inútilmente. Beneficia hacer un arado, no una espada; beneficia hacer pan, no un yate. Hay millones de yates eternamente amarrados sin usarse. Los recursos necesarios para crear lo inútil vuelve insuficientes los que quedan; los necesarios para atender las necesidades vitales de los desposeídos de esas riquezas: la inmensísima mayoría de los ciudadanos. Un inmediato mejor reparto de la riqueza es democracia: es populismo. 
                El populismo, la democracia, busca lo que ésta promete: el respeto a la igualdad de derechos de los seres humanos y eso exige una cruzada contra la avaricia insolidaria del capital. Los que "no nos representan" en cambio fomentan la avaricia hasta concentrarla en pocas manos; quien vota ya no es el ciudadano, un “ser humano” sino el capital que tienen “cuatro seres inhumanos”. Eso no es democracia representativa: es la “dictadura del capital”; más injusta aún que la “dictadura del proletariado”.

0 comentarios:

Publicar un comentario