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9 may 2016

Una monarquía que escarnece a los muertos

Cuando estudiaba mi bachillerato en la clase de Historia se señalaba como comienzo de la civilización el que los grupos humanos rindieran honores a los muertos como una diferencia de las sociedades animales. De hecho todas las asociaciones religiosas y políticas tienen un sistema más o menos teatral para despedir a los muertos y enterrarlos. Eso es algo que tienen en común incluso con las asociaciones delictivas. Éstas, dentro de su esquema de valores, también aprecian más a unos muertos que a otros y les rinden testimonio cuando fallecen.
Es común a todas esas asociaciones que aunque el muerto hubiera sido un asesino asqueroso si en su vida benefició a la sociedad con sus asesinatos o con cualquier otro tipo de delitos la ceremonia de su inhumación sea “por todo lo alto”. Y si pueden, porque tienen el poder del Gobierno, aunque solo sea a nivel municipal, les dedican una calle o les erigen un monumento. Muchas veces, cuando la cordura regresa a la sociedad esos monumentos desaparecen discretamente, ¿no merecerían ser volados con una bomba, al margen del mérito escultórico de la efigie? y el nombre de las calles cambia dedicándose a la memoria a alguien que pasó también la historia pero beneficiando a la humanidad y no haciéndole daño.
Una forma tradicional que las inicuas leyes de las dictaduras monárquicas contemplaban y ejercían hasta hace pocos año consistía en deshonrar a los cadáveres de distintas formas: una era la de descuartizarlos atándoles sus cuatro miembros a cuatro caballos; otra era cortarles la cabeza y tenerla expuesta clavada en una pica en la plaza mayor para escarmiento de los que se resistían al abuso del poder; otra, un reciente acto de terrorismo, era dejar flotar los cadáveres de los asesinados rio abajo o enterrar a los asesinados en cunetas o campos como perros.
Cabe discutir si matar a una persona es o no un delito y en el caso de hacerlo en defensa propia constituye una eximente. Pero no existe ninguna eximente en el delito de escarnecer a un cadáver. Constituye un delito indiscutiblemente doloso que nace de la mala calidad humana, que busca hacer daño sin más beneficio que dar gusto al odio del delincuente que lo hace.
Dice el art. 526 CP: “El que faltando al debido respeto a la memoria de los muertos violare los sepulcros o sepulturas, profanare un cadáver o sus cenizas o con ánimo de ultraje destruyere, alterare o dañare las urnas funerarias, panteones, lápidas o nichos será castigado con la pena de prisión de tres a cinco meses o multa de seis a diez meses”.
Un artículo no escrito en el Código dice: Los que faltando al debido respeto a la memoria de los muertos se opusiere a que estos, tras haber sido ultrajados por sus asesinos siendo enterrados como perros, se opongan directa o indirectamente a que puedan ser exhumados y recibir el respeto que merece un  cadáver acabando con la profanación de mantenerlos enterrados en lugares inadecuados para continuar el ultraje que sufrieron en vida los asesinados y sus familiares podrán seguir cobrando su sueldo como Diputados o Senadores si tienen suficientes compinches entre los ciudadanos con derecho a voto y resultan elegidos por ellos.
Y yo me pregunto si en vez de este inexistente texto, no por ello incumplido, no debería incluirse  que quienes tal hicieran merecen, al menos, una sanción idéntica a la del art. 526 CP. De ese de modo todo ciudadano, no digamos ya si es un cargo político electo, no podría oponerse a rendir el respeto que merecen toda las víctimas, enterrados como perros, obligando a aprobar su exhumación bajo pena de sanción que se repitiera anualmente de persistir la negativa hasta honrar a todos los muertos.

Los Diputados y Senadores del PP que junto con los colegas de otros partidos pueden modificar este artículo del CP no están por la labor. Sospecho, a los hechos me remito, que prefieren incumplir ese artículo no escrito y seguir ultrajando las memorias de las víctimas, en muchos caso de las acciones de sus padres abuelos y demás parientes y en los otros de sus correligionarios políticos. 
Por eso, y me disculpo por las excepciones, creo que no son personas civilizadas estos diputados y senadores que apoyan este sistema monárquico dictatorial heredero de la dictadura creada por los que asesinaron y escarnecieron a los cadáveres enterrándolos como perros y siguen dispuestos a hacerlo prefiriendo honrar así la memoria histórica de sus asesinos. Sólo una democracia, es decir, una república, en España los muertos podrán descansar en paz y ser respetados por todos.

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