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25 ago 2015

Verdad y felicidad

Una definición de los filósofos sobre qué es la verdad dice que es “adequatio intellectus et rei”, la identidad entre lo que la razón concibe y lo que es, hecha la traducción en términos . Su búsqueda concierta esfuerzos infinitos desde la más remota antigüedad hasta la más reciente; diríamos desde Aristóteles a Tarski, por decir alguien. Ahora bien ¿qué es la felicidad?
La pregunta no es ociosa. Si el hallazgo de la verdad preocupa a todos - algunos se la inventan declarándola la única verdad y creen en ella para sentirse así seguros y satisfechos - no creo que consciente o inconscientemente haya nadie que no haya dedicado toda su vida a la búsqueda de la felicidad por encima de la verdad. Toda nuestra vida es una continua búsqueda de la felicidad y una reacción en su insistente búsqueda al contemplar que no la conseguimos.
Algunos consideran que la felicidad nace de la ausencia de deseos porque la ausencia de frustración por la insatisfacción al no verlos convertidos en realidad es fuente de la felicidad.
Otros consideran la frustración que produce no conseguir la felicidad un paradójico éxito: al revelarnos donde no estaba nos ayuda a buscarla en otro camino donde pueda estar.
La falta de coincidencia en la definición de la felicidad nos permite aceptar que sea inasible porque si no sabemos en qué consiste quizá la conseguimos y no nos damos cuenta.
Pero este inconveniente no deja de ser un argumento dialéctico. Todo el mundo está de acuerdo en que la felicidad es, sea lo que sea, algo personal e intransferible y que aunque no se consigue con la posesión de riquezas, entendiendo por ella todos los conceptos materiales y espirituales que cabe concebir como valiosos, todos la buscamos buscando diversas riquezas.
Siendo el amor algo deseado, tener el de los demás no produce felicidad; es necesario tener el propio hacia ellos; pero tampoco se consigue, como dice algunos, dando el nuestro a los que nos rodean, por placentero que ello sea ni siquiera porque a consecuencia de su dación se obtenga incluso más amor del que se dio con lo que ni la dación ni la recepción de amor, lo que comúnmente se considera más próximo a la felicidad, resuelve tampoco el problema.
Se atribuye la felicidad de la pura infancia - ¿es realmente feliz el infante? - asociándola con la irresponsabilidad y la aceptación mansa de la realidad - ¿tiene un niño otra opción? - al acomodarse a las circunstancias que vive. Si tiene hambre, la calma aunque sea de modo insuficiente; si no tiene dónde vivir,  la calle es su paraíso; si carece de juguetes nunca falta una piedra para intentar darle a un árbol, si existe, o meterla por un agujero de una valla, si existe, o tirarla por encima de una valla, si existe, o si no tirarla más lejos que los demás, que el espacio siempre existe; y si muere carente de todo y con ello de salud, al no ser consciente ¿muere feliz?
Ahora bien, ¿alguien se atreve a afirmar que son realmente felices los niños que juegan en las ruinas de una ciudad devastada por la guerra ente un bombardeo y el siguiente?; ¿lo son los que son transportados por sus padres a través de esa injusticia legalizada que son las fronteras cuando consiguen cruzarlas sin que ningún esbirro a sueldo del privilegiado los devuelva a dónde vinieron y aún reciba medallas por su ejemplar comportamiento?
Se dice que la estupidez generalizada de los turistas es la de afanarse por llegar al sitio a donde quieren ir, donde la mayor lejanía parece producir más satisfacción, sin haber tenido la oportunidad de disfrutar del placer del viaje al que se le atribuye más que la llegada a la meta ¡que es donde se acaba todo! ¿Cómo el fin de nada puede producir felicidad?
Quizá la felicidad consista como el viaje, en el continuo e incansable esfuerzo en lograrla aunque sea una meta inalcanzable, durante el breve e interminable viaje que es nuestra vida. Dicho lo cual, tengo mis dudas de que en eso consista la felicidad, pero que tiene mucho mérito seguir intentando lograrla pese a no conseguirla, de eso no me cabe ninguna duda.

“Qué descansada vida - ¿sinónimo de felicidad? - es la de aquel que huye del mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los sabios que del mundo han sido”, dijo Fray Luis. San Agustín dijo: ”in interiori homini habitat veritas”. Unamuno contradice al primero y a apoya al segundo: “el que huye del mundo sigue del mundo esclavo porque lo lleva en sí”; “vive con todos, siente como tu mismo y así comulgarás con todos y ellos contigo”. Kipling lo dijo poéticamente: “si llenas el minuto inovlidable y cierto de sesenta segundos que te llevan al cielo, todo lo de esta tierra será de tu dominio y mucho más aún, ¡serás hombre, hijo mio! 

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