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2 sept 2018

Ofensas a los creyentes


El derecho es el mundo de la razón. Las sentencias tienen que fundamentarse de modo racional. No hacerlo, y ocurre con más frecuencia de lo deseable, suelen revocarla en la siguiente instancia, aunque no siempre. Se inicia así una cuesta arriba, una cuesta dura, hasta el TJUE o el TEDDHH donde no es que resida la infalibilidad, hipótesis inadmisible por irracional, pero se admite, aunque no siempre ocurre, que reside una mayor sensatez y racionalidad.
A la razón se opone la creencia. Lo que se demuestra o verifica no se cree: se sabe. Lo que se cree ni se ha demostrado, ni verificado: sólo se afirma El creyente atribuye, se llama fe, en lo infalible de lo que alguien afirma, una creencia irracional porque, de modo objetivo, rechaza la lógica racional y la evidencia experimental. Declara más cierto lo que cree que lo que ve. Sólo unas pocas creencias reprochan a los que “teniendo ojos para ver no ven y oídos para oír y no oyen”. La mayoría exigen la renuncia a la razón ante “su revelación infalible”.
De esta actitud nace el desprecio por la razón. Su valor se pone con ostentación por debajo de la creencia irracional que rechaza la lógica racional y la evidencia experimental. Su irracionalidad la transmuta en suprarracionalidad que constituye una nueva irracional. Con ella se cierra un sistema perfectamente coherente en su irracionalidad: se cree algo que ha dicho un ser al que se atribuyen poderes sobrenaturales, el de la infalibilidad entre ellos, que procede de “otro mundo” en cuya existencia también se cree. Esa triple creencia convierte en falso todo lo que se deduzca con lógica racional y/o se verifique experimentalmente. ¡Redondo!
¿Qué puede hacer un creyente ante una sentencia correctamente razonada basada en hechos experimentalmente demostrados como ciertos si no coincide con lo que él cree? Declararla falsa y que, además, la propia sentencia es una ofensa y un atropello a su creencia. Si en vez de una sentencia alguien hace simples manifestaciones racionales o una mera opinión de desprecio en creencias irracionales, la metempsícosis, la existencia de paraísos con o sin huríes, que contradicen la lógica racional y la evidencia experimental siempre habrá alguien que se sentirá ofendido y atropellado porque se respeta la razón y no la irracionalidad, sea la que sea.
¿Qué haría un juez si alguien justificara el parricidio de su hijo porque se lo mandó matar el dios infalible en el que cree creador de este mundo y de todos nosotros a los que, por ello el creyente debe sumisa obediencia? Tras el informe de psiquiatras y psicólogos sólo tendría dos opciones: declararlo un perturbado y por ello irresponsable del parricidio u ponerlo bajo vigilancia médica, o declararlo un farsante y condenarlo por parricidio. Ahora bien, ¿Qué razón cabe alegar para otorgar a esta persona menos credibilidad que a Abraham a quienes todos esos creyentes ponen como ejemplo a seguir creyéndose a pies juntillas y que, en buena lógica, hubiera sido encerrado en la cárcel por tentativa de parricidio o enviado a un nosocomio?
Cabría poner muchos ejemplos qué demuestran que en el mundo racional actual, menos aún en el jurídico cuya esencia es la razón misma, no cabe respetar las “creencias “irracionales. Declarar parricida a Abraham no puede ser legalmente considerado una ofensa a judíos cristianos y musulmanes. Es lo racional y así lo establece el CP.
Calificar de patraña que una mujer fuera virgen antes del parto en el parto y después del parto tras ser embarazada por un espíritu no puede ser considerado una ofensa a la secta católica de los cristianos que lo defiende, que otras sectas cristianas tampoco se lo creen. Es lo racional y lo que establece la biología.
Y así hasta el infinito con las mil y una creencias, muchas irracionales; ¡y a mucha honra!, dicen sus creyentes! Pero hasta ellos se contradicen en que dice la revelación del mismo “dios”. Eso convierte en farsantes a todos menos a uno, sin saber quién podrís ser ese uno; o a todos.
Estamos ante dos universos incoherentes. Coinciden en la persona de cada creyente. Son miles de universos, los de los creyentes, incoherentes entre sí en sus creencias y todos ellos con el universo jurídico de la razón y de los hechos probados. No cabe dictar una sentencia razonada donde se declare ofensiva una manifestación racional de desprecio la irracionalidad de unas creencias que rechazan la lógica racional y a la verificación objetiva experimental. Éste sería un universo sin seguridad jurídica; en vez de hechos probados habría “creencias”. ¿Cuáles?
Viva cada ciudadano en el mundo de la razón y los hechos probados y el que, además, quiera vivir en otro, hágalo, pero sin molestar los que sólo quieren vivir en el primero
Por ello considero improcedente la petición de sanción administrativa, menos aún imponer una indemnización civil a las “Pussy Riots” (“manifestación de las gatitas/coños”) por ofender a los católicos. Eso pide el voto particular de una juez española miembro del TEDDHH en la sentencia de unánime condena al Gobierno de Rusia a indemnizarlas con 37.000 euros por atropellar su libertad de opinión.
La competencia de los jueces se limita a realidades mundanas y hechos probados. Las burlas a creencias irracionales podrán ser una falta de educación, pero nunca una falta administrativa ni menos aún permitir una sanción civil ¿para indemnizar a quien cree en irracionalidades? Más las merecería el creyente en irracionalidades que el que de mofa de ellas.
La libertad de opinión permite decir lo que se quiera. También el oyente tiene la misma libertad de opinión a favor o en contra de lo que se le dice, con aplausos o abucheos. Que quien tiene piel delicada se ponga crema; del grado 80 si hace falta. Sancionar al sol es sancionar la libertad. Cada uno elija libremente como quiere estar de moreno sin que ello ofenda a nadie.

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