Leí en algún sitio que la falta de adjetivos innecesarios acrece la calidad literaria de un texto. Esa norma es universal; sobre todo si los adjetivos son descalificativos o insultantes. La afrenta “ad hominem” revela la falta de argumentos racionales
contra las ideas del afrentado.
Leo el
artículo la Diada de Torra (J. de Esteban, EL MUNDO,10.09.2018). Su agresividad
me casa mal con la imagen racional que tengo del docente: “Poco antes de la de 2017 el Govern había logrado que una mayoría del
Parlament aprobase dos leyes que constituían un claro golpe de Estado o
rebelión sui generis, pues según señala el artículo 472 del Código Penal -a
pesar de lo que digan unos catedráticos pazguatos de Derecho Penal, en un
escrito que ha hecho mucho daño a la democracia española”. Si hay insulto -pazguato -no hay razonamiento. Toda acusación
- han hecho mucho daño a la democracia
española - es vana si no se razona.
En el
texto no veo razones; sólo una falsedad; esto no es una democracia. No somos
iguales como exige el art. 14 CE78 - algunos
son más iguales que otros - tampoco se cumple el art. 1.2CE78 - el poder del Jefe del Estado emana de
Franco, no del pueblo. Juan Carlos I fue el primer rey fascista al jurar
que cumpliría y nos haría cumplir las
leyes fascistas que juró
. Lo hizo.
Dice el
Prof. Esteban: “En efecto, se alzaron
violentamente, porque neutralizaron coactivamente a la oposición para que no
impidiese esa vileza y, en consecuencia, los partidos constitucionalistas se
vieron obligados a abandonar el Hemiciclo, sin votar en un acto que situaba a
los que votaron ambas leyes fuera del orden constitucional español.
Es un hecho objetivo
que es falso que hubiera violencia,
sólo hubo ilegalidad; también es falso
que “neutralizaran coactivamente a la oposición”.
Fue con los votos de una ley electoral aprobada en Cortes; un modelo de fraude al principio básico de la
democracia: una persona=un voto; una
burla de ley porque algunos votos valen 500 % más que otros. También es falso que nadie fuera obligado a abandonar el
Hemiciclo; muchas veces los partidos en desacuerdo con una propuesta, aun
sin es constitucional, ejercen su libertad al rechazo de ese modo teatral.
Lo que pasó fue que se
modificó el Estatuto sin seguir el procedimiento para modificarlo ni tener la
mayoría para hacerlo. Esas leyes, al ser
nulas de pleno derecho, no exigen subir hasta el Código Penal, que es la última ratio. Sobra con el derecho
civil y administrativo.
Se pregunta el autor: ¿hay alguien, que no sea un niño, que pueda
sostener que esos dos objetivos señalados en el CP se pueden conseguir en
cualquier país democrático sin utilizar ninguna clase de violencia?
Reescriba su pregunta y contéstese ¿hay
alguien que no sea un niño que pueda sostener que amenazar con la ira de Dios
es un acto de violencia? El deseo de violencia, aun de la divina, no
delinque. Eso sólo era delito bajo las leyes que juró Juan Carlos I.
Alegar que las “garantías [de inviolabilidad e
inmunidad] dejan de ser efectivas cuando
se sitúan fuera del ordenamiento constitucional” permite aplicar la Ley del
Lynch, Hace poco ni se ha querido investigar a Juan Carlos I por su inviolabilidad
¿para violar las leyes y la CE78?
Concluye el autor “las cosas están así y ya no se pueden
cambiar”. ¿Apocalíptico? Decir que la Diada “desde hace ya varios años no es la fiesta de todos los catalanes, sino,
como mucho, del 50%” exige analizar qué significa la diada. ¿Qué opinión nos
merecerían los nazaríes si celebraran el 02.01.1492 (pérdida de Granada), o los
portugueses el 06.06.1801 (pérdida de Olivenza), o los demócratas el 01.04.1939
(perdida de la Libertad). Si alguien cree que otro se equivoca se razona con él;
no se le insulta: “asistirán casi
únicamente los independentistas estúpidos citados por el diputado de Esquerra”.
Las comparaciones del
Honorable Sr. Torra con Mandela Luther Jing, etc., hacen sonreír; pero ir a la
cárcel defendiendo una idea- como Mandela y algunos independentistas -indica su
convicción, pero no garantiza que se tenga razón. Esa se demuestra razonando y sin
insultar. Dice el autor que en Quebecq o Escocia no se reclamó tal derecho para celebrar sus refrendums (¿referenda?)
porque no existe en los países
democráticos; es confuso; los hubo.
El autor nos perdona “seguir contando más batallitas de este
político de pacotilla”, otro insulto, censura lo inexistente: “impone sus caprichos al actual presidente
del Gobierno de España, como, por ejemplo, el traspaso de los golpistas presos
a una cárcel de Barcelona” y lo trufa con irreales comparaciones, como “el
asalto a la prisión de la Bastilla”.
Al decir que espera
que “contenga su ardor guerrero y no
haya mañana incidentes violentos en un día festivo que debe ser para todos los
catalanes y no sólo para los que han perdido el seny”, le endosa la autoría
responsable de unos irreales incidentes futuros cuya autoría le es ajena, iuris
tantum, mientras se respete la presunción de inocencia. Ojalá si no pasa nada
no se transmute en prueba de “su autoría
cuando existen porque controla a las masas”.
Su exigencia “Torra debería aclarar qué quiere decir
cuando afirma que quiere llegar “hasta donde llegó Puigdemont”. ¿Se refiere a
Bruselas o más lejos?” no es pertinente. En la UE el inocente no debe justificar
sus actos. Y a quien ejerza el derecho que le reconoce la UE no cabe
reprocharle nada. Los tribunales, aunque no son infalibles, decidirán cuando
proceda.
El diálogo parte del
respeto a la otra parte a la que le atribuimos un error. Eso es lo que falta:
falta diálogo, pero porque falta respeto; y falta respeto, porque sobran
insultos.
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