Leo la excelente reflexión de D. Antonio Rovira
“La Unión y los Estados” (El País,
10.08.
2018). Analiza el problema de la Unión y lo resume en dos frases “¿Quién tiene el poder y quién puede
ejercerlo? ¿Quién manda y quién manda mandar?” Esa es la cuestión. Recuerda
que el origen del poder nace de atropellarla libertad ajena: “el jefe se imponía por la fuerza y con la
fuerza se mantenía porque en esto consiste el poder político, en poseer la
máquina de emitir órdenes y hacerlas cumplir a la fuerza”. Atribuye a Maquiavelo,
al que califica de científico (¿)
como el inventor de “un nuevo soporte,
un nuevo dueño del caballo y la espada, un titular del poder más estable y
duradero, y lo llamó Estado”, con el que “por arte de magia transforma una palabra en un organismo con vida
propia, con su razón “la razón de Estado … convirtiendo a los príncipes y reyes
en los agentes temporales que lo gestionan pero ya no lo poseen. La
historia demuestra otra cosa, Luis XIV declararía “el Estado soy yo” pero Luis XVI pagaría la factura. El último Zar también
lo era; sucumbió con él. Es el fin previsible de los demás monarcas de los que en
los países civilizados queda apenas media docena. No sobrevivirán el S. .XXI.
Dice el autor que “el Estado nación, la patria, con su soberanía, fronteras y poblaciones
ha entrado en un proceso de fragilidad imparable”. Es porque se creó una Unión
Europea, pero nadie se preocupó de que
el súbdito se descubriera como ser humano soberano e igual en a todos los demás
seres humanos derechos al margen de su fortuna por el lugar donde nació y
los padres que le engendraron. Ilegalizado
el privilegio del rey que le desprecia por su derecho divino para negarle el pan y la sal, lo legaliza su favor alegando su derecho nacional, recrea aquella injusticia en su trato al
inmigrante. Le priva del mismo derecho
fundamental a vivir. Como él protege “sus propiedades” con verjas y guardias de
frontera con licencia para matar.
Se pregunta el autor: “¿De qué sirven nuestros tribunales frente a los grandes estafadores de
impuestos o frente a un mercado sin intermediarios que fabrica la realidad a su
gusto?” Para nada si no se quiere. Hoy el control permitiría que nadie
pudiera evitar pagar impuestos salvo si media la corrupción. El Gobierno de
Rajoy aprobó una amnistía fiscal negando que fuera amnistía fiscal. Un huevo no deja de ser huevo por
denominarlo castaña. Una ley es un contrato y “si los términos de un contrato son claros y no dejan duda sobre la intención
de los contratantes se estará al sentido literal de sus cláusulas. Si las palabras parecieren contrarias a la
intención evidente de los contratantes, prevalecerá ésta sobre aquéllas” (art. 1281 CC). Es claro que el objetivo de la “NO amnistía fiscal” era “la
amnistía fiscal”. Para eso está el art. 7.1 CC: Los derechos deberán ejercitarse conforme a las exigencias de la buena
fe. La mala fe desbordaba la Moncloa pese al conocimiento jurídico de los
Ministros - varios abogados del Estado - y de su Presidente. Es presumible el delito
de prevaricación. ¡Da igual!
El TC no se atrevió a no declarar nula la amnistía
fiscal; pero presuntamente, “blanqueó el delito” alegando que la “seguridad
jurídica” exige que “quod nullum est
nullum efectum producit” e ignorando también el art. 7.2 CC: “La ley no ampara el abuso del derecho o el
ejercicio antisocial del mismo. Todo acto u omisión qué por la intención de su
autor, por su objeto o por las circunstancias en que se realice, sobrepase
manifiestamente los límites normales del ejercicio de un derecho, con daño para
tercero, dará lugar a la correspondiente indemnización y a la adopción de las
medidas judiciales o administrativas que impidan la persistencia en el abuso”.
Los daños a terceros han sido mil millonarios. El TC no los vio. De haber exámenes periódicos de los magistrados
del TC; suspenderían todos. Claro que
siempre tendrían la opción de que les convalidaran las asignaturas en la UJCI.
De esa
presunta corrupción nacen escándalos mayores. Se pregunta el autor: “¿De
qué sirven las fortalezas legales ante el masivo movimiento y tráfico de
personas? Más de un millón de africanos, obligados a venir como esclavos,
murieron en barcos negreros encadenados en asfixiantes bodegas. Mauritania lo declararía ilegal en 1989. Pero
recuerda el autor. Dos siglos después,
más de un millón de africanos mueren en barcos de juguete frente a nuestras
costas porque no les dejamos entrar. “Son ilegales”, dice la población
alienada. Pitigrilli en La codorniz. La
revista más audaz para el lector más inteligente: lo dijo claro: el delito de contrabando lo crea el Arancel
de Aduanas. Dice el autor: “por muy
altas que construyan las murallas, los combates son demasiado grandes,
demasiado mundiales para un solo Estado”. ¿Una muralla china en Melilla? En vez de cámaras de gas, el Mediterráneo. El gas Zyklon es agua. Israel
hasta impide alimentar a los que tiene dentro del gheto de Gaza-Varsovia.
Dice el autor: aunque la historia se repite, nunca lo hace al mismo nivel, por eso no
tenemos el libro de instrucciones que nos enseñe a manejar el futuro. Si
hubo un libro; Costa dijo en el S: XIX “merienda
y escuela”. No interiorizamos que todos
somos seres humanos con iguales derechos. El asesinato por cruzar fronteras
para salir, como hacía la RDA en Berlín, es el mismo si se comete para que no dejar
entrar en USA y UE. ¡Licencia para matar
o dejar morir!
Con plena lucidez dice el autor del trabajo “esta vez la alternativa al Estado no emerja
de una filosofía total, revolucionaria, sino como respuesta a un elemental y
cambiante inventario de necesidades e intereses sociales. Y claro, para ello
hay que unir y no separar”. Y destaca: “Este es el objetivo de la Unión, un lugar donde todo se discute hasta
el delirio precisamente para concertar, que no es solo acordar sino aproximar y
armonizar para seguir acordando. En fin, que sin buscarlo, estamos fabricando
una buena fórmula política para unir voluntades, para crear lazos entre
vecinos, para domesticarlos y así evitar que sigan destrozándose, porque de eso
se trata”. Los más salvajes no
se dejan civilizar: no pidas a quien
pidió ni sirvas a quien sirvió. Últimos en lograr su libertad, tratan al
inmigrante peor que Epulón a sus perros; les niegan las migas que caen de su
mesa. Dijo Costa, S: XIX: “despensa y
escuela”.
Me alegra el optimismo del autor: “Quizá, y a pesar de todos nuestros miedos y
dudas, estamos construyendo el sistema operativo del siglo XXI, un nuevo
soporte del poder político, un nuevo leviatán compuesto y dependiente, frágil,
dúctil y por ello resistente, seguramente más listo y necesariamente más
eficiente. Y cuando digo Unión no quiero decir un sistema político integrado.
Al contrario, cuando digo unitario, estoy diciendo compuesto de unidades y las
unidades son contables, lo suficientemente distintas para ser muchas. La Unión
no implica integración, no es una suma, hay enlace y función, más que adición y
fusión, está compuesta de miembros más que de partes”.
Es genial la idea instrumental: La Unión es un instrumento como lo fue la
cueva, no un fin, no genera entusiasmos, su bandera no hechiza a nadie y su
himno es una bella sinfonía, no una marcha. No está hecha de sentimientos, no
nace del recuerdo del Holocausto ni se fortalece con homenajes a sus víctimas.
No necesita crear un espacio uniforme sobre nuestros orígenes; al revés, cuanta
más unión más pensamos y sentimos nuestra aldea.
El problema es quizá el platónico; mucha gente
se niega a salir de su cueva; dice el autor con total lucidez: “Este sistema de instituciones estatales y
comunitarias con muchas sedes gobernadas en base al principio de subsidiaridad,
no es nuestra nueva patria y no será nuestro nuevo Estado. Al contrario, es la
Unión la que da una nueva vida a los Estados que ganan tamaño y ceden poder
para seguir existiendo: económicamente (Grecia) y puede que también
democráticamente (Polonia, Hungría Austria)”.
Reitera el principal éxito de la UE: ser “un artificio, un invento para impedir que
la sangre llegue al río, no tiene voluntad, simplemente es el soporte de un
poder que ejercen los gobernantes elegidos y ellos son los responsables de que
el invento no se convierta en una monstruosidad, pero luego se pregunta: ¿no debe esto perturbarnos? Yo creo que
no, aunque “el virus de la codicia y de
la estupidez está contagiando a los dirigentes. Muy raro es el gobernante que
no tenga a su maestro de baile como su principal asesor y que al levantarse,
antes de ver la luz, consulte su cotización en votos y se peine en consecuencia”
porque el problema está en otro lado y parte de la culpa es nuestra porque
nuestro es el poder del voto “afectado
por ese mismo virus de codicia y estupidez”; aunque “la soberanía reside en el pueblo (art, 1,2 CE78) seguimos siendo
súbditos y votamos al que manda, sea
internacionalista o nacionalista, aun si
su corrupción es púbica y notoria. “Ya
no están a un lado los defensores de la democracia y al otro los dictadores
legitimados por la fuerza de las armas. Ahora los dirigentes demócratas, los
oligarcas y los tiranos conviven en los mismos Gobiernos, comen en la misma
mesa y duermen en la misma cama, y cada uno domina el escenario en distinto
grado según el lugar y el momento. Y claro, esto no es nada tranquilizador”
reflexiona el autor.
Como tenemos
ojos para ver nos invita a ver: “Mirad
hacia Oriente [no al lejano sino sólo al Este] y al otro lado [también al Oeste], mirad a algunos de nuestros vecinos [el Sur está bien cerca] y comprobaréis lo que estoy diciendo.
Muchos gobernantes defienden la [llamada] democracia de manera compatible con cualquier forma de autoritarismo [el
existente y el que pretende volver a emerger dentro de la UE con su rechazo al
“otro” creando o inventando fronteras] y
ello supone una impostura terrible [pero la UE no se destruirá; al
contrario que Nínive hay más de un justo en su interior], puesto que así la [llamada] democracia
se convierte en un sistema que ayuda a perpetuar los abusos proclamando que
estos han sido abolidos.
Pone el dedo en la llaga el autor: “en fin, que el problema no es la Unión, el
problema son los que elegimos para gestionarla. Y hay que acertar, porque en
ningún sitio está escrito que esto tenga que salir bien”. Recordemos de
nuevo a Costa “merienda y escuela”.
Una escuela que enseñe a ser seres humanos con iguales derechos al margen de
donde naciéramos, sin contar con
nosotros, y de la nacionalidad que nos hayan adjudicado, sin contar con nosotros.
Ésta
es la única religión verdadera. La que nos re-liga al semejante, no la que nos somete a presuntos mandatos de un presunto extraterrestre según dicen sus
presuntos profetas; ¿cuál es el
verdadero? “Si no amas a tu hermano al
que ves, no amas al dios al que no ves” dice el Evangelio (1 Jn, 4, 20). “Seréis como dioses” dice la Biblia que dijo
el diablo (Gen. 3,5).
Yo soy politeísta. Veo en los demás la libertad, la igualdad y la fraternidad que nos convierte
en dioses superiores; en dioses olímpicos. Para ser dioses solo hay que querer
serlo: merienda y escuela pero para
ser dioses libres, iguales y fraternos. No
dioses mandones.
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