Bajo el
título “18de julio: huir de la discordia” leo en el ABC un artículo que
dice: ”La falsificación deliberada y
sistemática de nuestra Historia contemporánea, llevada a cabo con programada
inverecundia por algunos de los sucesores de quienes perdieron la guerra civil
y sin réplica apreciable por parte de los herederos políticos de los
vencedores, está deformando de manera inquietante la mentalidad de los jóvenes
españoles que, sin formación ni conciencia crítica ninguna, aceptan con la
mayor naturalidad la beatificación de las figuras históricas de la izquierda
radical y la demonización implacable de cuantos tuvieron algo que ver con la
derecha”, sin embargo la impresión que yo tengo es la contraria.
Todavía hay
políticas del PP que sacan a relucir a los bolcheviques - ¿algún joven sabe quiénes
fueron ni qué hicieron? - en sus soflamas políticas y otros desacreditan a los
partidos “comunistas” cuyo partido es tan legal como el PP que fundó un
Ministro del general que dio un Golpe de Estado contra la Democracia
Republicana; el mismo PP que no respeta la constitución porque al Gobierno le acaba
de decir el TS que aprobar ventas de armamentos por la vía del Decreto Ley
atropella la constitución.
A su autor
“esta misma terminología de vencedores y
perdedores era ya anacrónica en 1969 cuando, al declarar prescritos todos los
delitos cometidos con anterioridad al 1 de abril de 1939, cualquiera que fuera
su gravedad y sus consecuencias, se calificó a la guerra civil de “lucha entre
hermanos”, porque olvida que la primera amnistía fue de los delitos
cometidos sólo por los del bando vencedor mientras que los del bando
democrático, que habían respetado la legalidad vigente - fueron condenados a
muerte o a diversos años de prisión por “atentar
contra el orden público.
Teniendo en
cuenta que “quien olvida la historia está condenado a repetirla” no puede
afirmarse que se decidió “dar por olvidado
nada” con la Ley para la Reforma Política de 1976, porque allí lo que se
hizo fue rechazar todo lo que oliera a golpe de Estado. La monarquía continuadora
del régimen “nunca fue de todos” sino
de él; del “muerto” y del “vivo”; el que para quedarse con la finca juró
defender los Principios del Régimen golpista y se deshizo en elogios del
genocida.
El “futuro de concordia en libertad y la
Constitución de 1978 dio cobijo, por primera vez, a todos, al margen de
antecedentes, de etiquetas históricas y de comportamientos políticos”, de
lo que fue claro ejemplo el golpe del 23-F y la nula purga que hoy en el
ejército, que seguía siendo franquista, contrariamente a lo que está haciendo
Erdogan en Turquía. Mucho habrá que descubrir entre los “padrinos” de ese golpe
pese a los muchos documentos y grabaciones destruidas ¿para proteger a quien? El
blog de Anasagasti sobre Sabino Fernández Campos es muy esclarecedor.
El actual
régimen, pese a lo que afirma su autor “no
es plenamente democrático” porque está prohibido elegir al Jefe del Estado;
tampoco en él se “respetan todas las
ideas” que para eso se ha promulgado la Ley mordaza; y tampoco se “limita la libertad de cada uno exclusivamente por el respeto a la
libertad de los demás” porque la asimetría del ejercicio de esa libertad
según quien sea el autor de las opiniones es cuestión que vemos todos los días
en la prensa. Por otra parte nunca hubo
un “sugestivo proyecto de vida en común” sino la opción menos mala ante el
temor de otro golpe de Estado que triunfara. Y a la vista de la corrupción
rampante en estos últimos 40 años donde están implicado desde las más altas
personalidades del Estado hasta los concejales de pueblos pequeños, Calificarlo
de “casi cuarenta años de progreso que la
Historia reconocerá entre los más brillantes de nuestro recorrido por ella”
revela la aprobación de la ruina de las clases medias y bajas.
Una
exposición que enaltezca a “don Indalecio Prieto” no merece reproche del autor pero
pretender “borrar la heroica figura del general Moscardó” no le rebaja por su
heroicidad sino por su deslealtad contra la República democrática que le pagaba
todos los meses para que la protegiera del terrorismo golpista. Nadie que
respete la historia, ¿lo hace el autor?, puede negar que “las Brigadas Internacionales fueron y son paradigma de la lucha por la
democracia” y no se puede ocultar que “la
División Azul es un símbolo hitleriano” sin que enviarlo al frente del Este
reduzca ese apoyo al ejército nazi. Declarar “infausta ley de memoria histórica que, lejos de enterrar a los muertos
como debemos y de sanar las heridas que puedan seguir abiertas, está provocando
de nuevo las discordias y los enfrentamientos civiles” ignora que los
provocan los herederos de los vencedores.
Que el
régimen democrático no fuera idílico no justifica un golpe militar contra una
república democrática que se dio porque la derecha había perdido las
elecciones. Las amenazas de guerra civil para evitar la revolución roja ¡que no ocurrió! no justifica
dar un golpe de Estado tras dos años diciéndole a los campesinos “no queréis
república, que os alimente la república”.
Sin duda contrariamente a lo
que piensa su autor “la amnistía de los
gravísimos delitos del 34, votada por las derechas “ contribuyó a la
pacificación del bien público y a la tranquilidad de la vida nacional Dice el
autor “no bastó la dramática apelación de
Azaña a que no había venido a presidir una guerra civil, sino más bien con la
intención de evitarla. El periódico de las izquierdas francesas advertía de que
el Gobierno de Madrid estaba siendo desbordado por sus aliados de extrema
izquierda, y estos parecían empeñados en darle la razón creando un clima
rigurosamente inadmisible en el propio Congreso de los Diputados” pero eso
se resuelve en el Congreso; no dando un golpe militar que llevaba meses y meses
fraguándose ya antes de perder las elecciones.
Todos los
dislates que se decían en el Congreso por Diputados de Derechas y de Izquierdas
están mal por su desmesura pero están bien porque son palabras más o menos
amenazantes pero dentro del juego democrático parlamentario en el que prima la libertad
de expresión. Un golpe de Estado es otra cosa; es acabar con la democracia.
Que
Dimítrov creyera “que el Frente Popular
era una fase transitoria magnífica hacia la revolución comunista” tampoco
justifica que Franco Mola y Varela, con Sanjurjo a la cabeza dieran un golpe de
estado de base terrorista induciendo y protegía los asesinatos mientras que si
en el ldo de la República los había era porque
el poder no pudo controlarlos hasta que lo consiguió.
“Ochenta años después, no hay, por fortuna,
comparación posible y a nadie se le ocurre que puedan reproducirse tan
angustiosos acontecimientos”, dice el auto, pero por eso, recuperado un
cierto grado de libertad debería como él dice llegar a un “acuerdo o en la civilizada discrepancia, las soluciones a los problemas
de hoy, que son bastante más importantes que las medallas o el nombre de las
calles” si no fuera porque muchos
los miles de españoles ven allí el nombre de los asesinos de sus padres o
abuelos.
El ejemplo
de Francia donde no hay ninguna calle dedica a Petain y sus secuaces nazis, de
Alemania donde no hay ninguna dedicada a Hitler y sus secuaces nazis yo de
Italia donde tampoco hay ninguna dedica a Mussolini y a sus secuaces fascistas
es el ejemplo que nos da Europa y el que debería haber propuesto el autor de
este trabajo en busca de la concordia.
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