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30 jul 2018

La otra Marca España


La novela picaresca fue la reacción irónica de un pueblo pacífico que soporta una realidad insoportable y huye por el camino del humor eludiendo la revolución social, que fuera, quizá, el camino más adecuado ante aquel modelo histórico sórdido, de corrupción de las clases políticas y burgueses enriquecidas a su sombra atropellando los derechos del hidalgo empobrecidos, de los miserables desheredados y de los marginados.
La historia se repite. La corrupción vuelve a campa por doquier. Aquellos hidalgos empobrecidos son los trabajadores de la clase media que han caído en la baja o en el paro en competencia con los miserables desheredados, explotados todos por burgueses enriquecidos y por las clases “nobles” enfangados en la corrupción hereditaria activa o “a título lucrativo”, que si se tiene un padre corrupto se ahorran serlo ellos porque recibirán su herencia corrupta “legalmente blanqueada”, aunque sin garantías de que también ellos evadan pagar impuestos.
El trabajador, el único que crea riqueza, los otros sólo la roban, sobrevive hoy con salarios miserables, contratos de lunes a viernes; peor están los marginados ente los que destacan los inmigrantes a los que se les niega el pan y la sal porque, siendo seres humanos como nosotros tienen el mismo derecho a vivir hayan nacido aquí o no, que hoy la nacionalidad - ¡menuda mierda! - se usa como arma para agredir a los demás tras convertirlos en “diferentes”.
La reacción “literaria” irónica ocurre hoy en las redes sociales, sin duda un género menor que el de la novela picaresca, las canciones raperas, las manifestaciones “legalmente irreverentes” - nada merece respeto si no se respeta al ser humano -  las representaciones teatrales provocativas o la simple indignación que explota sin límites, que eso es lo propio de una explosión. Hoy como ayer ¿o quizá más? la reacción de la justicia de los ricos limita la libertad de expresión. Felizmente, hoy la segunda instancia judicial suele colocar en su sitio, es decir, no siempre lo hace, el derecho a la libertad de expresión; pero no pocas veces, es decir muchas, lo hace tras meses o años de ¿prevaricadores encarcelamientos preventivos? Con impunidad estos jueces suelen recibir el premio del progreso en “su inmunda” carrera.
Sea o no cierta la frase del Sr. Zaplana “me he metido en política para forrarme” es descriptiva de la realidad y no sólo de su partido que, sin duda, merece la medalla de oro. Sin duda hay políticos honrados que representan a los ciudadanos honrados; pero el hecho real es que su reiterada reelección pese a que les salían por las orejas los indicios de corrupción - ¡una asociación para delinquir parecían algunos partidos! - exige plantear la duda de si sus electores se veían engañados o representados por ellos; y, lo que es más grave, si son mayoría.
La ironía, la burla descarnada, ¿acaso no es descarnado el abuso?, es la reacción más pacífica que cabe esperar de las víctimas. Es una ostentación, casi un alarde, de una paciencia ¿o de una impotencia? infinita que sus agresores deberían potenciar y no reprimir “legalmente” aplicando “sus” leyes para intentar que al no nombrarse desaparezca la corrupta realidad.
Decía D. Juan “y en medio año /que mi presencia gozó /Nápoles, no hay lance extraño, / no hubo escándalo ni engaño /en que no me hallara yo. /Por dondequiera que fui, / la razón atropellé, /la virtud escarnecí, /a la justicia burlé /y a las mujeres vendí. /Yo a las cabañas bajé, /yo a los palacios subí, /yo los claustros escalé / y en todas partes dejé /memoria amarga de mí. No cabe más literaria descripción de esta España donde la corrupción de todo orden, pederastia divinamente protegida incluida, siguen campando con esos eternos D. Juan, paladines de “su Marca España” para nuestra desgracia. ¿Por qué no te vas?, les diríamos
Hay “otra Marca España”; la de los que seguimos intentando recuperar la democracia robada, la de los que, ignorantes en idiomas como todos nuestros últimos Presidentes del Gobierno, inundaron Europa en los años 60 para suplir la falta de trabajadores asesinados en la II Guerra fascista mundial; la de los que hoy, tras acceder a la cultura, acreditan su competencia como científicos y profesionales en ese extranjero que sí aprecia la honradez y el conocimiento.
Hay otra “Marca España”; la que, desnortada y confusa, busca un banderín de enganche para volver a intentar erradicar a estos seculares corruptos de los que casi nos libramos en 1931 cuando se puso en práctica la política de “escuela y despensa” que un siglo antes, en el S. XIX, propugnara Costa. La única vía a la libertad, esa virtud tan querida en Aragón cuyos Justicias podían enjuiciar a los reyes. Por eso se eliminó esa institución, por eso desde entonces, privados de esa protección, todos hacen lo que les viene en gana con corrupta “pero legal” impunidad.
Una “Marca España” que si sabe dar el paso al frente, podrá ganar en las siguientes elecciones como ganó en las de aquel glorioso y pacífico 1 de abril de 1931. ¡Deu lo vol!

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