Para ocultar el atractivo de
la verdad se menosprecian las palabras que la representan.
¿Recuerdan
Vds. lo que nos decía el dictador militar?: no hay que confundir la libertad
con el libertinaje. Se trataba de este modo indirecto de desacreditar la palabra
en la que reside la esencia del ser humano: ser libre.
Ninguno la
confundía: el libertinaje reside en la dictadura; la libertad reside en la república.
Así ha sido siempre y así seguirá siendo aunque algunas dictaduras monárquicas puedan
ser dictablandas y, como ocurre con las nórdicas, tener una distribución de la
riquea razonablemente más justa no por ello dejan de ser dictaduras en las que
se le niega al ciudadano la libertad de elegir al Jefe del Estado.
Hoy sus
herederos nos dicen: no hay que confundir populismo con democracia
representativa. Pero el populismo es sinónimo de democracia, es decir el
gobierno del pueblo. Que lo haga a través de unos representantes que el pueblo
elige no es más que una cuestión técnica pero que exige una cuestión esencial: “que
los representantes nos representen”.
Ninguno lo
confunde; populismo es democracia, y una democracia representativa si “no nos
representa” es una dictadura, que sea militar o monárquica da igual; es
dictadura.
En una democracia
republicana “la soberanía reside en el ciudadano que la ejerce colectivamente para elegir a sus
representantes y a todos los poderes del Estado”.
En una
dictadura monárquica como la que tenemos “la soberanía reside en el pueblo de
donde emanan todos los poderes del Estado”.
Ninguno
confunde estas dos definiciones; no está de más el analizar las diferencias.
En el primer
caso el sujeto es el ciudadano, algo peligroso porque ciudadanos somos todos y
cada uno de nosotros; es decir, todos y cada uno de nosotros somos soberanos y
todo el Estado, el Gobierno - el poder ejecutivo - y la administración que el
gestiona, pero también el Parlamento - el poder legislativo - y por supuesto la
Justicia - el poder judicial - están al servicio del ciudadano: de todos y cada
uno de nosotros sin excepción.
Las
palabras son importantes porque transmiten conceptos. Prestémosle atención.
Fíjese Vd.
en la diferencia que significa que hablemos de las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado o que su denominación fuera la de Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Ciudadano. Su relación con ellas sería distinta sólo con este
cambio de nombre. La relación de ellas con Vd. también sería distinta; en vez
de considerarse “la autoridad sobre Vd.”, en realidad sólo son agentes de la
autoridad, estaría claro que son “los empleados a su servicio”, al del único soberano
que existe en una democracia. ¡Casi nada de diferencia!
Si se
substituye “ciudadano” por “pueblo” Vd., persona de carne y hueso desaparece
secuestrado por un ente de ficción: el “pueblo”; algo difuso y magmático en
cuyo nombre puede hablar todo el mundo. Por el contrario en su nombre sólo
puede hablar Vd.; también quien lo represente ¡pero sólo si lo representa! Si
no lo hace Vd. tiene todo el derecho del mundo a recuperar un derecho del que
nunca abdicó, sólo permitió su ejercicio: el derecho a opinar empezando por
opinar que los representantes electos “no nos representan”.
En una
democracia representativa el parlamento está elegido por los ciudadanos. Pero
siempre y cuando la ley electoral no haga trampas y traicione el fundamento
esencial de la democracia representativa: una persona un voto. Si la ley no
respeta el principio básico de la representatividad no es que lo digamos
nosotros, es que la propia ley es la que establece, con ese fraude legalizado, que
esos representantes “no nos representan”; simplemente han secuestrado nuestra
representación. Que quienes “no nos representan” quieran seguir haciéndolo es
lo normal: todo secuestrador obtienen beneficios de mantener el secuestro ellos
“no nos quieren representar” les basta “secuestrar nuestra representación”, que
es otra cosa.
Por último,
en una democracia es verdad que todos los poderes del Estado emanan de los
ciudadanos, pero en una dictadura hay un poder del Estado, el del Jefe del
Estado, que no emana del ciudadano sino de la voluntad del propio Jefe del
Estado, si fue el primer dictador de la saga o de la coyunda fértil de sus
papás, si es el heredero de la dictadura. Aquí no es que las palabras sean
diferentes, aquí, simplemente, una afirmación es una mentira para que pase
desapercibido que el Jefe del Estado ha
secuestrado la soberanía que reside en el ciudadano
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