El Profesor
de Derecho Constitucional Francesc de Carreras publicó el 15.01.2015 en EL
PAIS un artículo titulado democracia degenerada con el que
estoy casi totalmente de acuerdo. Dice que la definición de “formas
políticas corruptas proviene de Aristóteles. A las formas políticas “puras”, es
decir, la monarquía (gobierno de uno), la aristocracia (de una élite) y la
democracia (del pueblo) de las “corruptas” como degradación de las puras:
tiranía, oligarquía y demagogia, respectivamente”. Luego precisa que las democracias
actuales pueden degenerar, entre otras formas corruptas: partitocracia y populismo que ve próximas a las de oligarquía y demagogia aristotélicas.
Parte de
que “la finalidad de todo Estado -de toda estructura política, también las
supraestatales (como la UE) y las infraestatales (como las comunidades
autónomas y municipios)- es asegurar la libertad y la igualdad de todos los
ciudadanos mediante la garantía de los derechos civiles, políticos y sociales
que figuran en los textos constitucionales” y añade que “son requisitos
indispensable para su buen funcionamiento: la representación política, la
división de poderes y el pluralismo. Si alguno falla, el instrumento no sirve,
la democracia queda inutilizada para la finalidad que se propone”.
Sin embargo no cita que la representación democrática exige poder elegir al Jefe del Estado. Señala que la división de poderes exige que ejecutivo, judicial y legislativo sean
independientes y se controlen entre sí sin que ninguno tenga supremacía. El
pluralismo democrático exigiría que la ley electoral respetara el principio persona
un voto, asunto sobre el que tampoco dice nada.
Considera
el autor que “partitocracia y el populismo, desde ángulos distintos, vulneran
algunos de estos principios y, por esta razón, desnaturalizan la idea de
democracia, la corrompen y la pervierten”. En su opinión “la
partitocracia desvirtúa la división de poderes porque los concentra en los
grandes partidos mayoritarios e impide la función de control entre los
distintos órganos estatales... cuando ... se ponen de acuerdo para ejercer un poder
transversal que se apodera de los distintos órganos del Estado e impide la
posibilidad de controlarse mutuamente”.
En España la
Administración siguió el ejemplo francés con un sistema de selección de
profesionales competentes objetivo y abierto
a todos los ciudadanos al margen de su opinión política pero como denuncia el
autor que hoy “no cumple con el mandato constitucional de
servir a los intereses generales si los partidos copan, mediante los cargos de
confianza que designan, la dirección de los órganos de la Administración,
arrinconando así a los funcionarios que ocupan sus plazas en virtud de los
principios constitucionales de mérito y capacidad.” Y denuncia que “esa administración
es la que debe conceder permisos y subvenciones a las empresas, asociaciones y
particulares, entre ellos otorga las licencias a los medios de comunicación
audiovisual. Así, pone la sociedad a su servicio en lugar de estar ellos al
servicio de la sociedad”.
La causa es
clara:
“son estos mismos partidos quienes designan a los miembros de órganos
constitucionales (Tribunal Constitucional, Consejo General del Poder Judicial,
Defensor del Pueblo, Tribunal de Cuentas) y a los órganos reguladores (Banco de
España, Mercado de la Competencia, Consejos de RTV, etcétera), que por su
naturaleza deben ser independientes”. Está claro que es el poder ejecutivo el
que, con la complicidad de dos partidos,
“tienen un amplio campo para ser
ejercidos sin frenos ni contrapesos, sin controles. El principio de división de
poderes se vulnera y todo el edificio del Estado democrático de derecho queda
seriamente dañado”.
El autor
atribuye al populismo querer “sustituir los principios de representación
política, división de poderes y pluralismo por sus contrarios: consultas
directas a los ciudadanos, concentración de poderes y partido único o
liderazgos carismáticos” y que “dividen a la sociedad en dos partes, las élites
y el pueblo. Pero a condición de que solo es el pueblo quien está legitimado
para gobernar y la mejor forma de hacerlo es la consulta directa, sin mediar
representación alguna”.
Yo creo que
el populismo reivindica que la soberanía reside en el pueblo y que el político
electo no recibe un cheque en blanco por cuatro años para ejercerla porque el
pueblo soberano tiene derecho si no a avocar su ejercicio si a denunciar que
“no nos representan”.
No veo yo
que reivindique que “el líder máximo (siempre bueno, justo y honrado) quien
tiene capacidad para interpretar esta voluntad” porque la propuesta de la
consulta directa lo impide. Es el actual sistema que rechaza las consultas
quien reivindica no sólo que ellos tienen la soberanía, cuando sólo tienen su
ejercicio, y cuando hacen lo contrario a lo prometido en su campaña electoral y
además declaran que lograr más votos y poder gobernar equivale a una amnistía
por haber sido corruptos y delincuentes a todo pasto.
Sin duda “la
solución está en la regeneración democrática de las instituciones mediante una
reforma que haga respetar los principios: una buena democracia representativa,
una verdadera división de poderes y un respeto al pluralismo. Frente a las
formas degeneradas y corruptas, las soluciones regeneradoras y reformistas”.
¿Cabe
esperarla de los partidos anegados en corrupción hasta por encima de las cejas?Cualquier otra opción ofrece
la garantía de que hasta ahora no tienen corruptos. ¡No es poco!
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